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DESDE LA CORTE

¡Los papeles, que vienen los okupas!

Publicado por
FERNANDO ONEGA
León

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«¡LO QUE CAMBIA la vida de estar en el gobierno a estar en la oposición!». Son palabras de Xavier Trías, concejal en Barcelona y portavoz CiU en el Congreso en Madrid. Tienen algo de confesión, algo de lamento y algo de tropiezo con la dura realidad. ¿En qué cambia la vida? De momento, en que los cargos de coche oficial tienen que ponerse a buscar aparcamiento; en que la prensa, cuando habla del gobierno, habla de otros; en que no hay un aparato de secretaría que te resuelva los problemas¿ José Luis Corcuera decía que se dio cuenta de que ya no era ministro cuando quiso llamar por teléfono y tuvo que buscar él mismo el número y marcar. Casi se le había olvidado¿ Estas anécdotas son mínimas al lado de la conmoción que supone desalojar a un partido político cuando lleva 23 años, casi un cuarto de siglo, en la poltrona. En el caso catalán, los más antiguos del gobierno verán llegar a los nuevos casi como a okupas que entran en unos despachos que parecían de propiedad privada. Un trauma. Y no sólo afecta a los altos dirigentes, sino a miles de personas que disfrutaban de algún salario oficial en puestos de confianza. Esa es siempre la parte no escrita de los relevos en un gobierno. La mitad de la opinión pública celebra la alternancia. La otra mitad la llora. Y una importante porción la sufre. Hasta aquí, los sentimientos, tan comprensibles. Lo malo es cuando, como ayer, aparece el señor Carod-Rovira y efectúa su denuncia: se están destruyendo documentos en varios despachos de la Generalidad. Se está haciendo fijos a empleados administrativos que, al parecer, eran contratados y eventuales. Se supone que el señor Carod dice la verdad. Se la habrán contado los funcionarios leales y los que están haciendo méritos ante la nueva administración. Pero, ¿qué papeles puede destruir un gobierno cesante? Obviamente, los que demuestran relaciones inconfesables. Ahí tendrá su primer trabajo la comisión anticorrupción que creará el nuevo gabinete. Esta es la parte más miserable de los cambios políticos. Siempre hay más imaginación que realidad en la destrucción de pruebas. Pero todos suponemos que existe. Cuando oyes estas acusaciones, dan ganas de pedir que se haga como con los despedidos en algunas empresas privadas: en el momento en que un partido pierda las elecciones o un pacto lo eche del gobierno, habría que prohibir a los altos cargos que vuelvan a pisar su despacho. Habría que dejarlos recoger sus pertenencias personales, pero vigilados por un guardia de seguridad.

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