Diario de León
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FERNANDO DE ARVIZU
León

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DICEN los astrofísicos que las estrellas semejantes a nuestro sol mueren en varias fases. Primero aumentan mucho su volumen a costa de la densidad -es lo que se llama una estrella gigante roja - y luego se desprenden de sus capas exteriores, quedando el núcleo al descubierto. Se trata, en fin, de una bola moderadamente caliente, que se va apagando poco a poco hasta quedar en una estrella enana marrón . Esta es lo que se denomina un astro muerto, pero no lo está del todo: irradia algo de calor y es capaz de atrapar todo lo que se acerque lo bastante a su campo gravitatorio. La verdad es que este escenario cósmico me parece muy apropiado para describir lo que está ocurriendo con el Partido Socialista y con su actual líder, Rodríguez Zapatero. En primer lugar, las gigantes rojas son inestables. Los socialistas parecen alejados de toda coherencia, sobre todo tras las últimas elecciones en Cataluña. Han hecho genuflexión ante el partido bisagra ERC, que se ha declarado abiertamente independentista, concediendo lo que sea con el objeto de tocar poder y entrar en el gobierno. Aunque ello sea a costa de mantener un mensaje español en España, otro de vasquismo rebajado en el País Vasco y una absoluta falta de mensaje en Cataluña. Allí, lo que sea con tal de gobernar. No es que identifiquen los intereses de su partido con los de España, es justamente al revés: identifican los intereses de España con los que creen ser los de su propio partido. Y ciertamente, lo que en primer lugar conviene a todos ­-socialistas o no- es que el primer partido de la oposición tenga un mensaje coherente en todas y cada una de las Comunidades y provincias en las que se presenta a las elecciones. Decir o hacer una cosa en un sitio y otra en otro no es sino manifestar la inestabilidad cósmica de una gigante roja en el terreno de la acción política. A escala mucho más inmediata, parece que la actitud entreguista se manifiesta también en el Ayuntamiento de León, donde para tener contento al socio de gobierno, se le da todo lo que pide. No hay gestión ni impulso municipal, lo único que el leonés aprecia es que los socialistas están rendidos para evitar la retirada del apoyo que les sustenta en la séptima planta del Ayuntamiento de la capital. Esta es la manifestación cósmica de la segunda fase de la muerte del astro: brillo cada vez más tenue, calor moderado y gravedad para objetos pequeños. Pero volviendo hacia escenarios más amplios, cabe señalar más de lo mismo. Zapatero ha indicado que sería conveniente que Felipe González se presente de nuevo a las elecciones. Si hay un astro político en estadio semejante al terminal del sol, ese es precisamente Felipe González. Desencantado de la labor parlamentaria -no aparece por allí- resentido contra José María Aznar, que le ganó entre el ño 1996 y en el 2000, amargura con la sociedad española por no haberle seguido otorgando su confianza, Felipe González está en la vida política española como un referente apagado, sin brillo ni luz, que está pero parece que no está, o al revés, pues el orden de los factores no altera el producto. Y manifestando su campo gravitatorio en que Rodríguez Zapatero, cada vez que se aproximan las elecciones -lo que es comparable a una órbita planetaria- se acerca a él para que intervenga en la campaña o, aún mejor, para que se incorpore al Congreso de los Diputados en otra legislatura como diputado silente y casi siempre ausente. Por último, Jesús Caldera riza el rizo al decir que Aznar no se debe retirar, porque ahora la situación es crítica con la actitud rupturista con la Constitución y con las reglas de convivencia política que supone el Plan Ibarreche. Gracias a Dios, estamos en democracia y cada cual puede pronunciarse libremente sobre la vida política. Pero sería deseable, incluso muy deseable, que los socialistas unificaran su dircurso. En Madrid condenan el plan, pero defienden el diálogo con el lendakari -no se sabe a costa de qué concesiones- y en el País Vasco dejan a personajes como el alcalde de San Sebastián en plena libertad para actuar como si no perteneciesen al Partido Socialista, sino al PNV. Ante esa inconsecuencia -nuevamente de dimensión cósmica- la frase de Caldera parece una manifestación patética de la confusión que reina por aquellos andurriales políticos. Si yo fuese Quevedo diría, criticando el estilo confuso de Francisco de Góngora, una de sus más célebres frases: «En una de fregar cayó Caldera». En fin, la proximidad electoral enrarece el ambiente. La pérdida de la Comunidad de Madrid, el frenesí claudicante en Cataluña, el recurso a Felipe González, que no suele andar por aquí, y el deseo de señalar al Partido Popular quién debe ser su próximo candidato a la presidencia del Gobierno, son indicios seguros de que en el sistema planetario socialista, su sol ha entrado en fase de agonía. No sé si en el estadio inestable de gigante roja o ya en el de enana marrón . Pero hay que señalar que tales estrellas suelen ser dobles, es decir, una grande y otra pequeña. Aunque no se vean o casi, es lo que detectan quienes escrutan la negrura del firmamento.

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