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Publicado por
MANUEL ALCÁNTARA
León

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HAN sido detenidos los asesinos de los siete agentes españoles en Irak, pero por desgracia eso ha sucedido cuando ya habían perpetrado sus crímenes, en vez de antes de cometerlos. La Inteligencia americana, tantas veces puesta en duda, ha arrestado a 41 iraquíes, de esos que unos llaman terroristas desalmados y otros resistentes heroicos. Habrá que eliminar a todos los que no miran con simpatía la invasión de su territorio y para eso el mejor procedimiento es, sin duda, el de cerrarle los ojos para siempre. Hay que comprender que para reconstruir el viejo país iraquí y dejarlo como nuevo, ha sido de todo punto necesario destruirlo antes. Mientras un tribunal especial juzga los crímenes de guerra del ex sátrapa Huseín y cuenta a la gente que se cargó, entre iraníes, kuwaitíes, asirios, chiíes y suníes, está llegando la hora de los especuladores del suelo ensangrentado. Empieza el movimiento de tierras y es el momento del reparto. Vienen contratistas de todas partes, acarreando un ladrillo por cada muerto. Lo mejor de las guerras, para los hombres de negocios inmobiliarios, es que están garantizados muchos kilómetros cuadrados de regiones devastadas. Está claro que quienes no contribuyeron a la destrucción no podrán obtener los beneficios que reporte la edificación de Irak. El Pentágono, que es el mayor accionista de la gigantesca empresa, ha vetado los contratos de los países cuyos gobiernos se negaron a intervenir en la matanza. ¿Qué se creían?, ¿que podían remover las tierras para alzar nuevos edificios sin haber colaborado a enterrar a los nativos? Ni Francia, ni Rusia, ni Alemania, ni Canadá podrán dedicarse al negocio de la construcción. Onassis, al que se le supone cierto conocimiento del mundo de los negocios, dijo en una ocasión que el secreto del éxito consiste en saber algo que los demás no saben. Quizá Estados Unidos supiera desde el primer momento que en Irak no existían armas de destrucción masiva, pero había dinero. Dinero a ganar des pués de perder vidas.