BURRO AMENAZADO
Gambas
SE ACERCAN comilonas y el lujo culinario navideño consume toneladas de gambas, gambones, carabineros, cigalas y langostinos que sacien la gula española, ávida de marisco al precio que sea. Con nuestra plataforma marina esquilmada, el mercado se nutre de crustáceos capturados en fondos del Índico y Atlántico sur, y de las camaroneras del Pacífico y Caribe, piscinas sobre antiguos esteros y manglares que recrían las larvas colectadas artesanalmente en playas. Atrapar gambas sólo supone el dos por ciento de la pesca mundial, pero representa un tercio de las capturas desechadas, enorme lote que sube a cubierta enmallado y se tira por la borda. Al investigar qué ocurre con los descartes de los pesqueros dedicados a la gamba en Portugal, en caladeros de 300 a 700 metros de profundidad, se comprueba que el copo -variopinto colectivo de gambas, cangrejos, holoturias, gusanas, estrellas y erizos de mar, y morralla de pescado- pasa hora y media a bordo, mientras los marineros separan lo vendible de lo desechable. Esta selección provoca la muerte de la mitad de los ejemplares que se tiran al océano, delicadas especies de hondura que soportan mal el apelotonamiento en la red, el calor y la exposición al aire. Se pensaba que los arrojados vivos resisten, pero su seguimiento experimental en acuarios oscuros de agua fría ofrece mal panorama: crustáceos, estrellas de mar y familiares, traumatizados, en menos de cinco días son cebo inerte para los comedores abisales de detritos. Preocupa el impacto negativo del arrastre camaronero en la biodiversidad marina. Igual que la pesca sin muerte requiere mimar, sin manoseo, la trucha que desanzuelas, los biólogos sugieren cambiar la práctica redera. Reducir el tiempo de manipulación, en sombra y bajo chorro de agua, y mejorar la selectividad de la red, son consejos razonables. El comisario Fischler, sensato, criticado, solicita cupos sostenibles . La patronal pesquera se enfurece: negocio gana a prudencia.