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Publicado por
FERNANDO ONEGA
León

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QUIZÁ algunos esperáis que hable del discurso de Maragall. Pero ocurre que tengo delante las imágenes de Sadam Huseín: el rostro al fin visto, los ojos al fin tristes, la luenga barba encanecida, la viva estampa de la derrota de un dictador. Mirad su primera foto. ¿A quién os recuerda? A ese ciudadano sin techo, mendigo de absoluta pobreza, que vemos con su botella de vino en un banco del parque, entre periódicos y cajas de cartón. Así ha quedado la gloria del sátrapa que se consideró dueño de un pueblo. A eso queda reducido todo su poder, los sueños imperiales, su altanera dominación. Seguidlo mirando. ¿Un ser humano? El hombre que había llenado de estatuas su nación para que le admirasen y venerasen las generaciones, ha escuchado cómo las derribaban una a una, y ahora, ay, por no tener, no tiene ni un espejo en que mirarse. Estaba en un zulo. Un rey metido en un zulo. El hombre que había llenado de palacios su país, con piscinas interiores y destellos de oro en los salones, vivía en un agujero maloliente, dos metros bajo tierra, sin más amigos que aquellas metralletas que no usó y la pistola que no valió siquiera para el suicidio. El hombre que podía vaciar el banco central de su nación, el que tenía una fortuna que podría curar el hambre del mundo, tenía 750.000 dólares con los cuales no puede comprar ni un centímetro de libertad. Fijaos: no es más que una piltrafa humana. Tan sitiado, tan cercado, tan amargado, que sentirse detenido por los enemigos que hubiera matado uno a uno fue quizá su liberación. Por eso no disparó un tiro. Pero tal piltrafa valdrá para todo: para que Bush gane las próximas elecciones; para que los aliados también las ganen; para que la parte de pueblo que le quiere -los pueblos a veces quieren a sus tiranos-lo ensalce como el hombre que no quiso huir, que no quiso abandonar su nación, que ha sido humillado por el invasor. En la imaginación colectiva, puede pasar de pobre de pedir a mártir de la causa en cuyo nombre se seguirán cometiendo atentados y correrá la sangre de la liberación. ¡Quién sabe! Sobre su cabeza piden venganza los miles de vidas que ha segado. En América, como alguien acaba de escribir, otro emperador llamado Bush puede ofrecerle a su padre un regalo de Navidad en forma de Sadan Huseín. Espero que no sea de plástico como el pavo de la Fiesta de Acción de Gracias. Espero que ese trofeo haga terminar la guerra. Una guerra que, en el fondo, no tenía otro fin que este regalo de Navidad.