El cartelín

LO MALO de la Historia es que no cuelga el cartel de reservado el derecho de admisión, y mira que se lo hemos dicho.  El señor Carod Rovira habla de salirse de España y de su apoyo al Plan Ibarretxe. Pasqual Maragall dijo ayer que Cataluña ha dado un paso sin retorno. Pero en democracia no hay pasos sin retorno, porque las urnas son únicas soberanas para decidirlo. Maragall no es  Arzalluz, ya lo escribimos, entre otras cosas porque serlo no está al alcance de cualquiera, uff, menos mal. Pero no le veo muy inspirado en sus últimas declaraciones. Rodríguez Zapatero tendrá que dar lo mejor de sí mismo para tranquilizar a los españoles, no sólo a su militancia.  El Partido Socialista siempre ha sido un partido profundamente español, y lo fue en el exilio, donde el amor a España era un grado. Recordemos unas bellas palabras de Indalecio Prieto, pronunciadas en México: «Mi actitud está dictada por dos amores: el amor a mi España y el amor a mi partido (¿) ahora bien , es confesión no nueva en mí, que repito en alta voz, pongo por encima de los intereses del Partido Socialista los intereses de España; y si alguna vez, aunque no lo espero, estuvieran en pugna, yo serviría los intereses de España, sacrificando los intereses del partido». Ojalá el socialismo sepa inspirarse en su propia herencia.  Tampoco es justo esgrimir que contra Jordi Pujol vivíamos mejor. Tan independentista es don Jordi como Carod Rovira. España no es una fórmula matemática exacta: ni suma, ni resta. Pero algo ha de ser, no vaya a resultar que ni siquiera existimos. Cuántos sentimientos nobles se manipulan en nombre de épicas de andar por casa, aunque se viva en un duplex¿ ¡Ay, si la Historia pusiera, aunque sólo fuera de vez en cuando, el dichoso cartelín!