Diario de León

SIETE DÍAS

Yo o el caos, el caos

Publicado por
FERNANDO ALLER
León

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ALGUNAS personas llegan a perder la perspectiva de su propia realidad y pueden confundir cuanto les rodea con su propia personalidad. El paroxismo de esta circunstancia se define con una frase: Yo o el caos. Y claro, por la intrínseca condición humana, en todos los casos llega el caos. Algo de esto puede haber a la hora de enjuiciar el comportamiento del ya exalcalde de Villaquilambre, Lázaro García Bayón, que se ha visto obligado a apearse del cargo de forma irreversible por haber tentado a la suerte de modo innecesario. Detallemos el escenario para aproximarnos a la realidad de la obra: En las últimas elecciones municipales la candidatura de la UPL, que encabezaba Lázaro García, obtuvo 8 concejales, uno por debajo de la mayoría absoluta. Fue preciso el pacto, que se fraguó con los tres concejales del PP. El PSOE obtuvo los seis escaños restantes que conforman la Corporación Municipal de este ayuntamiento aledaño a León, que cuanta ya con una población de doce mil habitantes. Villaquilambre, como ha ocurrido con otros pueblos del alfoz de León, ha crecido de forma espectacular en los últimos años, con un vigor inusitado del sector de la construcción. El nacimiento de un polígono industrial en el que podría instalarse, entre otras empresas, una importante factoría química, configura también el perfil de un panorama que explicaría las luchas de poder. El pacto con los tres concejales del PP fue roto por el alcalde leonesista, por entender que los populares no colaboraban de forma suficiente en el equipo de gobierno. Al menos está fue la explicación oficial. A partir de ese momento, García Bayón se dispuso a gobernar en minoría. Unas semanas más tarde, el PP y el PSOE presentaron independientemente sendas mociones por las que pedían explicaciones al alcalde sobre algunos gastos, proponían un reparto diferente de los sueldos y reclamaban una mayor participación de los concejales de la oposición en las tareas de gobierno. García Bayón interpretó estas propuestas como mociones de censura encubiertas y, en consecuencia, replicó con el planteamiento de la cuestión de confianza. Esta figura jurídico-administrativa implica que en el supuesto de que no obtuviera nueve votos a favor, automáticamente quedaba cesado, sin posibilidad alguna de recuperar el cargo en la legislatura actual. ¿Y si el grupo es de ocho, cómo pensaba el alcalde obtener nueve votos favorables? He ahí el quid de la cuestión: ¿Traiciones de última hora, error de cálculo, prepotencia, temeridad? En síntesis, mientras que las mociones presentadas por el PSOE y el PP únicamente pretendían compartir responsabilidades y sueldos con el equipo de gobierno, algo siempre negociable, el alcalde con su iniciativa se ponía a los pies de los caballos. Resulta bastante lógico pensar que ninguno de los concejales de la oposición iba a respaldar con su voto la permanencia de García Bayón, cuando en la sesión de investidura, tras las pasadas elecciones, el candidato de la UPL únicamente contó con el respaldo de los concejales de su propio grupo. Para cualquier observador normal, estaba cantado que el alcalde se convertiría en ex por una decisión que sólo a él le incumbía. Llegados a este extremo, la preguntas son obvias. ¿Buscaba García Bayón el retiro voluntario previa algarada, pretendía deliberadamente su cese o acaso creía que la protección le llegaría desde fuera?. Habida cuenta de la improbabilidad de la primera conjetura, habrá que concluir que el alcalde veía en el Ayuntamiento de León el punto de apoyo de la palanca leonesista que podría torcer la voluntad de los concejales del PSOE. Esta es también la tesis que mantiene el portavoz socialista en el Ayuntamiento de Villaquilambre, Miguel Hidalgo. Seguramente no le falte razón, si tenemos en cuenta la reacción del secretario provincial del PSOE. Miguel Martínez ha decidido abrir a los seis concejales de su propio partido un expediente de expulsión. Parece un contrasentido. Es difícil encontrar un caso similar. Los concejales de la oposición son expulsados por mantenerse neutrales, por no aclamar con su voto al alcalde de otro partido. Ni siquiera votaron en contra, algo que hubiera sido más lógico si atendemos a la práctica política habitual. Consecuentemente, cabe pensar que la reacción de la dirección del partido socialista ha venido provocada por otros intereses ajenos al Ayuntamiento de Villaquilambre. Y ahí se sitúa sospechosamente el pacto que une al PSOE y a la UPL en el Ayuntamiento de León, y que amenaza con salir de su propio cauce e invadir la acción político-institucional en toda la provincia. Reflejo de lo anterior ha venido a ser la persistencia de la crisis felizmente cerrada en Caja España con la elección del nuevo director general, aunque es muy probable que tenga un su segundo capítulo al cuestionar la UPL la permanencia del presidente. Esta circunstancia explicaría las últimas palabras del exalcalde García Bayón, quien manifiesta hoy en este periódico que si la dirección de la UPL no cambia la actitud neutra de los primeros momentos, por otra más beligerante en favor del grupo de concejales Villaquilambre, éstos se verían obligados a cambiar de equipo. Es decir, cambiarse al PP, partido que pasaría de tener tres concejales a once, en el supuesto de que Bayón represente la voluntad de toda la lista que le sigue. De momento, parece que así es. Los concejales leonesistas, excluido el exalcalde por la razones legales apuntadas al principio, no están dispuestos a aceptar la vara de mando. El portavoz del PSOE ya ha dicho que él y los que le siguen, tampoco. Ergo, podría encontrarse el PP con la alcaldía en sus manos, para lo cual, naturalmente, sería necesario que contara con el apoyo de los concejales de la lista de la UPL. Además de tener el poder, hay que asegurarse la gobernabilidad. La política sigue siendo rocambolesca en León. Los miembros del Consejo Comarcal del Bierzo ya no están solos. Crece el circo.

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