Diario de León
Publicado por
RAFAEL GUIJARRO
León

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ÚLTIMAMENTE, las únicas películas que siguen llamando la atención por su guión son las de timadores. Desde que llegaron a Hollywood los efectos especiales, decayeron las ideas frente a la acción pura y dura: bombardeos, llamaradas, persecuciones, vinieran o no a cuento, se convirtieron en el recurso más fácil para provocar el sobresalto del espectador, hasta que se ha hecho tan cotidiano que ya no sobresalta nada y, en cambio, los timadores siguen ahí, los trileros capaces de esconder la bolita en el cubil impensado, los tocomochos del billete de lotería, los isidros con estampitas de más, y tanta gente del gremio de hacer pasar una cosa que no vale nada por algo que cambiará la vida del que se quede con ella. Los políticos han descubierto también que se ha pasado el tiempo de los efectos especiales para llamar la atención de los votantes, frente a la mejor respuesta del timo, sea de la estampita con formato de plan soberanista que resolverá los problemas de identidad del nene y la nena, o del tocomocho versión agencia tributaria que te hará ganar dinero con hacienda en vez de que hacienda gane dinero contigo, porque la vas a tener a tu lado. Posiblemente todo esto se deba a que el timador sabe que el timado es tan culpable de querer sacar provecho de una situación ilegítima como el que se la ha propuesto. Esa complicidad hace que cuando el timado descubre el truco no se atreve a denunciarlo, porque sería también como denunciarse a sí mismo de tener un afán desmedido por obtener privilegios que no le corresponden. Para que el timo funcione hace falta casi siempre un cómplice, el sabio que convence al incauto de que la oferta del timador es buena para él: aunque parezca que está trabajando para asesorar al incauto, en realidad lo hace para el timador, como se ve al final cuando el incauto ciudadano les ve repartirse el botín a la vuelta de la primera esquina. Por eso, últimamente resulta tan recomendable ir al cine para entender un poco más la bronca nacional que se ha montado en el sindicato de timadores para repartirse las mejores esquinas, las más adecuadas para un tocomocho de campanillas o para una buena estampita en la que caigan a porrillo los incautos.

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