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TRIBUNA

Un mástil para una bandera, señor rector

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UNAS puntualizaciones previas evocando unos recuerdos concatenados, se imponen para encauzar con templanza unos breves apuntes sobre lo que debe significar la bandera leonesa. Emblema tan antiguo como el Pueblo Leonés lo sea, y tan en peligro ambos como lo siga permitiendo nuestra tolerante indolencia, y campee el acoso de extraños en labores autonomistas. Ocasionalmente pude saludar al profesor don Ángel Penas participando en un breve e informal diálogo a tres bandas, con ocasión de un tema cultural y leonesista que a mí me motivaba, y, a pesar de la particularidad del momento, debo decir que me causó una puntual y grata impresión. Aproximadamente un año después volví a saber de él con motivo de su aparición en los medios, a propósito del proyecto de un jardín botánico allende San Marcos, a orillas del Bernesga, cuando reclamaba la paternidad para un equipo investigador del departamento de Biología Vegetal. Se hablaba de plagio de ideas plasmadas en otro proyecto que presentaba el consistorio capitalino para similar jardín. Pero él, aun siendo contundente en defensa de los suyos, se cubría estratégicamente con aquello de «la apropiación de ideas es cosa difícilmente demostrable». De ahí que, en una de mis tribunas, en mayo de 1999, me permití decir de él que me parecía persona seria, y perfectamente creíble cuanto apuntaba en tal asunto. Y que en su campaña hacia el rectorado había tenido un excelente comportamiento y expuesto ideas muy beneficiosas para nuestra Universidad. En la actualidad, y ya en el cargo de rector, nos ha sorprendido a muchos con su rechazo a colocar la bandera de León, nuestra primera insignia, en el mástil del pundonor leonés. Por ello me permitiré más adelante una fundamentada crítica. Para la creación de la Universidad de León, y la ubicación de su campus en Vegazana, hubo que contar con el generoso y decidido patronazgo de la entonces Caja de Ahorros y Monte de Piedad de León. Concurrían en ésta dos factores decisivos: ser netamente leonesa y estar presidida a la sazón por un caballero leonés: don Emilio Hurtado Llamas. Tuve oportunidad de conocer de bata blanca al doctor Hurtado, en la corta distancia, cuando era cirujano y director del único Hospital de León capital: San Antonio Abad. Todo un personaje de sobria y elegante presencia, y limpia ejecutoria. La Caja, que había sido leonesa sin más, y depositaria del ahorro leonés, para su expansión y a fin de no molestar a los nuevos socios, se despojaría sin pudor del León emblemático adoptando un toro de diseño en consonancia con un nombre comercial: Caja España. Pero, con fidelidad a su cuna, y respeto a los imponentes leoneses, nuestra enseña también flamea, al menos, en el exterior de las oficinas de la calle Ordoño II. La bandera de León, tal como en la actualidad la podemos ver ondear, desafortunadamente no en todas las instituciones leonesas, fue diseñada con estudioso rigor, como bien conoce el rector don Ángel Penas, por quien también ejerciera en tal cargo: don Miguel Cordero del Campillo. Pero su origen, secular, hemos de encontrarlo en el pendón de León, milenario, el pendón de los Reyes leoneses. Las razones históricas que la avalan las dejó expuestas en este medio, hace poco y con documentada y expresiva contundencia, el catedrático don Laureano M. Rubio. Huelga, pues, insistir. La bandera de la comunidad, ente que despersonaliza a nuestro León, está legitimada y regulado su uso estatutariamente, y en virtud de ello ha de ondear en los centros oficiales, democráticamente así hemos de admitirlo; pero de ningún modo, como algunos desearían, se dice en el mismo articulado que no deba estar presente la que representa a una provincia... a un reino. Muy al contrario, en el punto 6 del artículo quinto de las Disposiciones Generales del reformado Estatuto de autonomía, se lee: «Cada provincia y municipio conservarán las banderas y emblemas que les son tradicionales». ¡Faltaría más!. Y, por supuesto, no añade, como otros pedirían, que fueran dobladas y permaneciesen guardadas en el cajón de los olvidos. ¿Puede haber alguna más tradicional y válida por su trayectoria histórica que la leonesa?. Para nosotros no. Mas, naturalmente, como todos los símbolos mueve, concita y representa a quienes viven un determinado sentimiento, en éste caso a los que nos identificamos como leoneses. Salta a la vista el poco orgullo, y menor respeto, que por lo leonés reside en los treinta miembros del Consejo de Gobierno de la ULE que decidieron no tratar la moción municipal aprobada, y a ellos cursada, pidiendo se coloque la bandera leonesa en la Universidad. No se trata señor rector, a la inversa en este caso, de apropiarse de ideas... leonesistas. Situar nuestro símbolo donde le corresponde no es un ismo. Tampoco hay que esperar autorización para ello. Es cuestión de sensibilidad y un deber consustancial con lo leonés. O, ¿no es legionense nuestra Universidad?. Es de justicia histórica, y para con el pueblo, que esté izada permanentemente nuestra bandera en la Universitas Legionensis.

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