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Publicado por
FEDERICO ABASCAL
León

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NI A CÁNDIDO Méndez, secretario general de UGT, ni a Gaspar Llamazares, coordinador de IU, ni al presidente de la Conferencia Episcopal Española, monseñor Rouco Varela, les gusta el programa electoral del PSOE, en fase aún de borrador. El líder sindical habla de «deriva neoliberal» en varias propuestas socialistas, especialmente en lo que se refiere a los problemas de los trabajadores, mientras que Llamazares utilizó ayer el sarcasmo al decir que, en su programa, el PSOE parece escribir «cartas a los Reyes Magos» o intentar «la cuadratura del círculo». Monseñor Rouco, como era de esperar, se mostró en su homilía del pasado domingo contrario al matrimonio entre homosexuales, añadiendo que el reconocimiento del derecho a la prestación de viudedad en esos emparejamientos supondría la quiebra de la Seguridad Social. A la dirección del PSOE no parecen afectarle las críticas que recibe desde la izquierda, tal vez porque esas censuras situarían a su programa en posiciones centradas, lejos de todo radicalismo social. Y la advertencia de nuestra más alta jerarquía eclesiástica sobre los daños que la Seguridad Social podría sufrir por los matrimonios entre personas del mismo sexo, en los casos de viudedad, no se considera acertada por los expertos en la materia. El portavoz socialista Jesús Caldera decía ayer que monseñor Rouco «está mal orientado en los derechos civiles» y que «el derecho al matrimonio, a la unión de personas con una misma orientación sexual, no tiene por qué afectar al régimen de la Seguridad Social». Sostiene Caldera que «la sociedad española tiene la madurez suficiente para aceptar» los matrimonios entre homosexuales, pero tal vez no se trate en este asunto de madurez social sino, más bien, del chirrido que en un amplio sector de la ciudadanía española sigue produciendo la homosexualidad. España ha sido y sigue siendo, aunque en alentador proceso de debilitamiento, un país «machista», con muestras a veces desmedidas de orgullo masculino heterosexual, acompañado en ocasiones de un lamentable menosprecio por el hombre-macho a la mujer, considerada la parte pasiva y débil del emparejamiento humano. De ahí que al fortalecerse legalmente la condición femenina, equiparándose los derechos de la hembra a los del varón, éste sienta con demasiada frecuencia compulsiones violentas, sobre todo si permanece en un estado espiritualmente primitivo, de evolución social rudimentaria. Se han producido así este año, de enero a octubre, según el Instituto de la Mujer, cincuenta y cuatro muertes de mujeres a manos de su cónyuge o personaje análogo, aunque una estadística, posiblemente más fiable, eleva a la cifra a noventa y cuatro. Las capas más evolucionadas de la sociedad mantienen ante el amplio mundo de los homosexuales una actitud de aceptación y respeto, o de simple tolerancia, venciendo frecuentemente un rechazo de origen confesional o de raíces tradicionales. No debiera sorprender por ello que la Iglesia se oponga a la legalización de los matrimonios entre homosexuales, aunque haya sorprendido el argumento de monseñor Rouco Varela en su homilía de anteayer.