Diario de León

TRIBUNA

Adiós al año 2003 y otras historias

Publicado por
GRACILIANO PALOMO
León

Creado:

Actualizado:

EL AÑO que hoy termina será indiscutiblemente recordado como el año de la invasión de Irak. Violando toda la legalidad internacional y saltándose a la ONU, cuyos inspectores estaban desarrollando eficazmente el mandato del Consejo de Seguridad, la administración de George Bush II decidió demostrar que no existía derecho por encima de sus intereses. De una sola tacada consumiría su armamento almacenado y pondría las manos directamente sobre una de las mayores reservas de petróleo del planeta. Todo ello, además, debería servir para asegurar la reelección de un presidente que no ganó con votos las anteriores elecciones. Con la excusa de que Irak tenía armas de destrucción masiva capaces de atacar a occidente en veinte minutos -y con la única razón de la fuerza propagada sin pudor por la extrema derecha que pulula alrededor de la actual administración estadounidense- el presidente Bush decidió la agresión haciéndose acompañar por los dos únicos subalternos disponibles: Toni Blair, mucho más británico que laborista, y José María Aznar que creía sacar a España de algún rincón de la historia sólo porque la garra imperial se posara sobre su hombro en Las Azores. El resultado, hasta ahora, es de sobra conocido: la formidable capacidad destructiva de la maquinaria bélica norteamericana no dejó lugar ni para la guerra, desarticuló el estado iraquí en pocas horas y el avance hacia Bagdad fue un paseo en el que también se disparaba contra los periodistas. Las armas de destrucción masiva no existían y por eso no han aparecido pero en cambio sí lo ha hecho una resistencia creciente que ha decidido continuar la guerra por otros medios. Y en esas circunstancias, se encuentra, cooperando con los ocupantes y bajo mando polaco, un destacamento hispano (incluye soldados centroamericanos) enviado por nuestro Gobierno, primero para realizar labores humanitarias que ahora llama antiterroristas, en todo caso incumpliendo el artículo 63 de la Constitución Española. Mientras tanto, siguen los negocios de Halliburton, se buscan por el mundo donantes para reconstruir un país asolado que hasta tiene que importar petróleo, se reclaman más soldados que hagan de policías y, en definitiva, se tirará como se pueda hasta las elecciones presidenciales de noviembre para -después de un número injustificable de muertos- dejar Irak en manos de un nuevo dictador o de lo s clérigos chiítas. Por lo que se refiere a España el año ha tenido muchos protagonistas y uno de ellos ha sido sin duda el Plan Ibarreche. Incapaces por su etnicismo esencialista de concebir la alternancia democrática, los nacionalistas vascos han lanzado un órdago en primer lugar a los demás ciudadanos vascos y, por extensión, al resto de los españoles: o se les garantiza el uso y disfrute del gobierno vasco o rompen la baraja. De esa manera, a la insolidaridad institucionalizada que significan los conciertos forales de las provincias vascas y de Navarra, se suma ahora la deslealtad constitucional de los nacionalistas vascos -iniciada ya con el Pacto de Estella- favorecida por las torpezas y el oportunismo del gobierno de Aznar. Todas las encuestas publicadas reflejan que una mayoría clara de los ciudadanos vascos siguen siendo contrarios a la independencia, especialmente en Álava y Vizcaya. La sensatez y la honestidad políticas aconsejarían continuar la lucha antiterrorista y no inventar un problema anteponerlo y exportarlo al resto del estado por el inconfesable interés de retroalimentar y engordar recíproca y simultáneamente los electorados del PNV y del PP. La jubilación al frente del PNV del insidioso Arzallus -auténtico vicario actual del racista Arana- producirá una notable mejoría en nuestro panorama político. Otro que, en principio, también se jubila -junto con Beiras y Pujol- es José María Aznar, eso sí, tras designar un sucesor en la más vieja y antidemocrática tradición mejicana. Fiel a su intolerante personalidad, durante estos ocho años ha cultivado la animadversión de los más variados interlocutores. En la política española, la de las demás fuerzas políticas y las de los presidentes autonómicos que no sean de su propio partido y se limiten a obedecerle y aplaudirle. En política exterior ha conseguido traicionar a nuestros principales socios europeos cuando éstos intentaban levantar una posición europea frente a Estados Unidos. Lo hizo precisamente cuando Francia era más eficaz en el combate contra ETA y cuando Alemania era nuestro mayor contribuyente con los fondos estructurales (8.300 millones de euros anuales) que consiguió un pedigüeño y gracias a los que se han construido todas las nuevas infraestructuras durante estos últimos años. Con su particular autismo ha bloqueado la aprobación de una Constitución Europea entre cuyo articulado estaba el mejor antídoto a cualquier tentación separatista: la prohibición de la integración en la Unión Europea de las potenciales secesiones. Gracias a Aznar, su sucesor, sea quien sea, ya no podrá contar con esa solidaridad europea que él menospreció. Pero lo más deplorable de la era Aznar ha sido el sistemático vaciamiento de la democracia llevado a cabo hasta dejarla convertida en un decorado de cartón piedra. La extrema derecha española, que sobrevivía encapsulada y protegida dentro del PP, ha arrinconado al centro reformista y ha hecho metástasis -especialmente visible en Educación y Justicia- aprovechando la mayoría absoluta del 2000, las egoístas provocaciones de los nacionalismos periféricos y las innatas tendencias del Presidente. Aznar, que había prometido una regeneración democrática, comenzó su andadura copando con amigos y correligionarios todas las grandes empresas que se privatizaban y otras que ya eran privadas; continuó construyéndose un blindaje de medios de comunicación públicos y privados para anular cualquier crítica a su gestión y actualmente son excepción los medios que siguen siendo realmente independientes. Tras conseguir mayoría absoluta, en esta segunda legislatura ha impuesto que el parlamento sea un lugar donde él abronca a la oposición; donde no tiene obligación de responder ni se investiga la mayor catástrofe ecológica europea al denegar auxilio a un barco averiado, ni tampoco la contratación de chatarra ex-soviética para transportar a militares españoles desde Afganistán que acabaron estrellados en Turquía; o, en fin, donde se aprueban de contrabando modificaciones del Código Penal, por no citar más ejemplos. Para rematar el desprecio a la constitucional división de poderes, siguiendo la conocida doctrina jurídica Cascos, se ha oído recitar a ministros las sentencias que deberían dictar los jueces y hasta el Tribunal Constitucional. La desfachatez con la que, en la época de Aznar, se han despreciado y tergiversado las más elementales normas democráticas -y, por supuesto, el espíritu y la letra de la Constitución- llegó a su paroxismo en las elecciones autonómicas de Madrid cuyo resultado de mayoría para las izquierdas fue impunemente descerrajado. El gigantesco botafumeiro mediático que acompaña a la mayoría gubernamental culpó del robo a las víctimas y las elecciones tuvieron que repetirse hasta que las ganaron los que quería el conglomerado político-económico-mediático dominante. El mismo que se rasga las vestiduras porque en Cataluña un g obierno de izquierdas haya desplazado a los nacionalistas. Ahora bien, para valorar la capacidad de gestión de Aznar nada como la política de inmigración. Con su particular clarividencia, comenzó presumiendo de haber resuelto el problema porque devolvió drogados a unos pocos infelices subsaharianos a sus países de origen. Durante estos ocho años lleva ya cuatro perspicaces leyes sobre el asunto y ha sostenido sin sonrojo al alcalde de El Ejido. Finaliza su presidencia del gobierno transportando clandestinamente a miles de africanos desde Canarias hasta la península a quienes se les entrega una orden de expulsión que les debe dejar estupefactos. Claro que también comenzó sus mandatos hablando catalán en la intimidad y los ha terminado farfullando coartadas bélicas con acento tejano. No es difícil predecir que nadie echará de menos su don para los idiomas.

tracking