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Publicado por
RAMÓN MARÍA ALLER
León

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AUNQUE no es absolutamente incompatible ser un buen político y a la vez un buen técnico, suele ser difícil encontrar personas que ofrezcan simultáneamente ambos perfiles. Hay buenos políticos y hay también buenos gestores y cada uno sirve para desempeñar un cometido diferente, incluso cuando forman parte del Gobierno. Cuanto menores sean las competencias reales y de gestión de un Departamento ministerial, adelgazadas progresivamente en el caso de España por las transferencias a las comunidades autónomas, mayor debe ser el fuste político de su titular o, por lo menos, debe quedar claro que quien ocupa ese cargo lo hace por su condición de político, es decir, por ser un especialista de lo general y no alguien vinculado más o menos corporativamente al poder residual del ámbito concreto al que debe prestar su atención. Tanto si es Mariano Rajoy quien alcanza la presidencia del Gobierno como si lo consigue Rodríguez Zapatero podrían recordar, por ejemplo, lo que hay ahora en el Gobierno para nombrar, en algunos casos, a personas con características muy diferentes de las que hoy son ministros, prefiriendo siempre al político y a quien tenga visión y capacidad para tomar decisiones, a la vista de los informes de sus técnicos. Winston Churchill fue ministro del Tesoro y tomó importantes decisiones relacionadas con el patrón oro, unas decisiones, como otras posteriores relacionadas con la guerra, que pudo adoptar por su relevancia como político. Cualquier inclinación hacia los especialistas puede llevar a la configuración de un peregrino gobierno en el que el ministro de Deporte sea un deportista, el de Defensa un militar, el de Sanidad un médico o el de Cultura un señor muy culto.

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