DESDE LA CORTE
El cumpleaños del chico
EN LA Villa y Corte acabamos de asistir a una increíble historia política. Se trataba de uno de los episodios de «desencuentro», como dice la gente fina, entre Esperanza Aguirre y Ruiz Gallardón. La señora presidenta quiso celebrar un almuerzo con sus antecesores, es decir, el propio don Alberto y el socialista Joaquín Leguina. Era una cosa lúdica, pero quedaba muy institucional y conseguía demostrar estilo democrático, que es lo que se lleva. No pudo ser: don Alberto tenía otro almuerzo. Los mentideros de la Villa se alteraron. ¿Qué cita más importante podría tener el señor alcalde? Se llegó a decir que, si no acudía, almorzarían solos la presidenta y Leguina, y dejarían vacía la silla del ausente. Los cronistas se frotaban las manos: ¡estaba estallando la crisis! Y ayer, ¡qué decepción! Aguirre desveló el otro almuerzo del alcalde: era el cumpleaños de uno de sus hijos. ¡Coña! Esto es nuevo: ¡un político que antepone la familia carnal a la familia política! ¡Prefiere la relación familiar a la erótica del poder! A doña Esperanza le salió también la vena de madre y justificó la ausencia. La justificó tanto, que calificó la causa como «inaplazable». Como esto lo dijo después de verse con Aznar, cabe la posibilidad de que a don José María también le haya salido el instinto paternal y la haya convencido con palabras tan tiernas como éstas: «O arregláis ese absurdo, u os quedáis los dos sin postre». Los políticos prefieren que crezca la mala hierba de la conspiración antes que confesar en público la razón humana que les impide asistir a un acto. Los informadores, en cuanto huelen discordia, acuden como aves carroñeras en busca del cadáver. Hoy, un divorcio entre Aguirre y Gallardón, después de las faenas que se hacen, sería más preciado en las tertulias que una ruptura entre Isabel Pantoja y Julián Muñoz en Salsa rosa . Ver que, al final, toda la confrontación y el cisma se reducen a un cumpleaños, te deja un estado de decepción parecido a lo que algún sexólogo llama «tristeza postcoito». Ésta es la increíble historia del almuerzo que nunca existió. Ahora, el trabajo más importante que tienen ante sí la presidenta y el alcalde es hercúleo: encontrar otra fecha. Usted pensará que es fácil, pero la agenda de un político es más complicada que el bolso de una dama. Baste recordar que Felipe González confesó una vez que no hacía crisis de gobierno porque «no encontraba hueco en la agenda». ¿Encontrarán Esperanza y Alberto ese hueco, entre tantos cumpleaños posibles? Ríanse ustedes de los Tribunales Superiores y de las Agencias Tributarias: éste es el nuevo misterio nacional.