Diario de León
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CARLOS CARNICERO
León

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LAS COSAS le fueron mal a José Luis Rodríguez Zapatero en 2003. Cuando parecía que los horizontes le eran propicios, se torcieron las cosas. Al desencanto popular con la posición de Aznar en la guerra de Irak sucedió la catástrofe de la crisis por la traición en la Asamblea de Madrid. El mundo se vino abajo en el horizonte socialista. Antes, en las elecciones municipales, se había detectado un deseo de cambio en el electorado, pero todavía no se había consumado el entusiasmo por la alternancia política. Y entonces llegó Tamayo a lomos de su traición para impedir un gobierno de izquierdas en la Comunidad de Madrid. Luego llegó la derrota de Maragall. Los «barones socialistas» se pusieron nerviosos durante el noviazgo político del secretario de los socialistas catalanes con el líder de Esquerra Republicana. Por fin parece que las cosas están cambiando y con la llegada de Pasqual Maragall a la Generalitat las encuestas señalan una incipiente recuperación del PSOE que aventura la posibilidad de que las elecciones de marzo puedan ser disputadas. José Luis Rodríguez Zapatero y su equipo están dando señales de un intento serio por ofrecer una alternativa. En algunos aspectos han sido capaces de tomar la iniciativa con propuestas audaces, diferenciadas del PP, y que sitúan a cada uno ante su propio electorado. La equiparación de las parejas gays hizo que Cristóbal Montoro y el cardenal Rouco aparecieran ante el público unidos por su mezquindad fiscal hacia los que son diferentes. La reforma de los estatutos coloca al PP en el inmovilismo. Ahora, José Luis Rodríguez Zapatero ha constituido un comité de expertos para desterrar la imagen de su soledad. Mientras tanto Mariano Rajoy es el hombre tranquilo. Ni se altera ni se conmueve. En pose de ganador, dice que no tiene nada que debatir con quien no aspira a la mayoría absoluta. No es un mal comienzo para cuando se tiene ventaja, pero si ésta se va perdiendo, se van a notar mucho los nervios. Y en Política, en España, pasa como en los grandes partidos de fútbol: nunca está descartado un gol en el último minuto.

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