Diario de León

EL RINCÓN

El indulto y el delito de Alí

Publicado por
MANUEL ALCÁNTARA
León

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EL PERIODISTA Alí Lmrabet, que ha sido indultado «por razones humanitarias», gritó ¡Viva la libertad!, al salir de la cárcel de Salé, cerca de Rabat. Llevaba en huelga de hambre desde finales de noviembre. Un largo Ramadán. El rey Mohamed VI demuestra así que tiene un corazón sensible o bien que su sensibilidad política le aconseja abrirse al diálogo y cerrar su particular Edad Media. El delito de Alí fue atreverse a informar de lo que ocurre diariamente en su país. Además dirigía dos periódicos satíricos, uno en árabe y otro en francés, y ya se sabe que la burla es más corrosiva que la discrepancia y se perdona aún menos. Otro que ha mostrado sus buenos sentimientos ha sido el presidente de Estados Unidos, George Bush: anuncia un plan para conceder permisos de trabajo a los «sin papeles», lo que significa legalizar a más de ocho millones de inmigrantes, esa versión moderna de los esclavos. La medida tendrá que ser aprobada por el Congreso. Un puro trámite. No sólo la aprobará, sino que le dará sobresaliente cum laude, ya que allí están a once meses de las elecciones y el electorado de origen hispano es fundamental. Un 60% de los votantes son mejicanos: casi la misma proporción de los que mataba Billy El Niño. Para quienes no existe ninguna clase de indultos es para los que nos cuentan diariamente lo que pasa por el mundo. El año pasado ha sido un año negro, más bien rojo, para la libertad de prensa, con un total de 42 periodistas muertos, según el balance de la organización no gubernamental, y por lo tanto fiable, Reporteros sin Fronteras. Se trata de la cifra más alta registrada desde hace ocho años. Se constata que informar de una guerra es más peligroso que participar en ella. Sólo en Irak fallecieron bruscamente catorce profesionales, entre ellos nuestros compatriotas José Couso y Julio Anguita Parrado. Trabajar en Oriente Próximo significa estar en las proximidades de la muerte, defendiendo una bandera de papel impreso. Una bandera que se renueva cada día y que huele a tinta y a sangre.

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