Perfumes

UN ALUD de propaganda perfumista precedió la noche mágica de Reyes. Joyas de frasquitos de cristal, esencias fragantes y rigodones eróticos de bellísimas mujeres y musculosos adonis, encomiendan el depósito en los zapatos de los caros productos de Chanel, Jaguar, Boss, Armand Bassi, Estée Lauder, Lancôme o Torrente, aunque la última marca, deba superar el escarnio hispano de un Santiago Segura amigo del sebo corporal, las cascarrias y la fetidez del que sólo se lava los dedos que extraen de la bragueta su pregonado falo. Si no ligas con unos toques de estos aromas aristocráticos en alerones y cuello, retírate al Valle del Silencio a penar tu celo, d ominado por el misticismo, entre los castaños y robles refugio de jabalíes y lobos. Prohibidas las abluciones, purificadoras del monje espartano unido a la tierra austera. Recordemos que el hombre, descendiente del simio arborícola, ha perdido buena parte del olfato en beneficio de la vista. Abandonamos un mundo de relaciones sociales basado en el olfateo, apoyado en olor corporal violento que expresa rasgos de especie, clan, sexo e individuo. Nadie mea en la puerta para marcar frontera territorial inviolable, ni selecciona consorte previo olisqueo perruno de bajos. No obstante, nuestra herencia quimiorreceptora persiste, y los escritores de viajes, lúbricos ellos, relatan la fácil distinción entre hembra de raza blanca o negra, la primera con efluvios a bacalao y la segunda a cecina. Las modas tornan y la antigua pasión por los perfumes animales, sobre todo el almizcle, tigruna secreción obtenida de las glándulas perineales del gato de Algalia, ha cedido paso a las sutiles emanaciones florales de lavanda, jazmín, azucena, rosas, bálsamos de abeto, limones y azahar. Los aromas vegetales, elegantes y sensibles, provocan pasiones encendidas y romances sin cuento, lejos del hedor logrado en las culeras de feroces y reñidores carnívoros. La evolución sigue. Huele bien y triunfarás, seguro.