Diario de León
Publicado por
JOSÉ CAVERO
León

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ESE PARECE ser el principal propósito de algunos de quienes están participando ya activamente en la áspera campaña electoral que se nos presenta. Algunos dirigentes parecen haber llegado a la conclusión de que les resultará más rentable desprestigiar al adversario para impedirle el paso a la recuperación del poder y del Gobierno. Es una estrategia arriesgada, pero pudiera resultar efectiva en las siguientes elecciones, que se plantean abiertamente como presidenciales. En efecto, tanto como renovar las cámaras legislativas y aprobar los programas de gobierno, el 14 de marzo se tratará de optar, sobre todo, o en primer lugar, entre Rajoy o Zapatero. Y está abierta la veda para destacar que el dirigente del PP no controla el partido, que es incapaz de amainar las abiertas discrepancias de Gallardón y Aguirre o de Zaplana y su sucesor en la Generalitat valenciana, de apartar a Fabra, que no tiene respuesta a muchas de las cuestiones de la vida nacional que se están planteando ahora mismo, que no tiene la menor idea en cuestiones de economía y por ello prefiere callar ante el riesgo de equivocarse... O para señalar que Zapatero es rehén de Maragall o de Bono, que para gobernar debiera pactar con sus propios barones y con los dirigentes de las restantes fuerzas políticas, o que sigue siendo un líder sin autoridad y sin demostrar... No está mal que la campaña electoral sea todo un examen severo de los candidatos, y que unos y otros tengan la posibilidad de demostrar sus capacidades y habilidades frente a los demás. Pero tampoco parece lo más recomendable que sea una oposición «para destrozar al contrario». La impaciencia por imponerse al adversario ha lanzado a la plaza pública a los candidatos y sus principales apoyos electorales, sobre estrategias bien distintas, siquiera en este comienzo de campaña: frente a un Rajoy que prefiere reservarse, están cada día ante el atril sus portavoces y látigos Arenas y Elorriaga. El candidato se reserva. Por el contrario, Zapatero es quien da la cara en el bando contrario, y no parece que nadie más le vaya a ayudar en la exposición y explicación de un programa largamente elaborado y abundante en novedades de relieve. Son dos estrategias bien distintas, con evidentes ventajas y riesgos en cada caso.

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