LA VELETA
Cómo desprestigiar
ESE PARECE ser el principal propósito de algunos de quienes están participando ya activamente en la áspera campaña electoral que se nos presenta. Algunos dirigentes parecen haber llegado a la conclusión de que les resultará más rentable desprestigiar al adversario para impedirle el paso a la recuperación del poder y del Gobierno. Es una estrategia arriesgada, pero pudiera resultar efectiva en las siguientes elecciones, que se plantean abiertamente como presidenciales. En efecto, tanto como renovar las cámaras legislativas y aprobar los programas de gobierno, el 14 de marzo se tratará de optar, sobre todo, o en primer lugar, entre Rajoy o Zapatero. Y está abierta la veda para destacar que el dirigente del PP no controla el partido, que es incapaz de amainar las abiertas discrepancias de Gallardón y Aguirre o de Zaplana y su sucesor en la Generalitat valenciana, de apartar a Fabra, que no tiene respuesta a muchas de las cuestiones de la vida nacional que se están planteando ahora mismo, que no tiene la menor idea en cuestiones de economía y por ello prefiere callar ante el riesgo de equivocarse... O para señalar que Zapatero es rehén de Maragall o de Bono, que para gobernar debiera pactar con sus propios barones y con los dirigentes de las restantes fuerzas políticas, o que sigue siendo un líder sin autoridad y sin demostrar... No está mal que la campaña electoral sea todo un examen severo de los candidatos, y que unos y otros tengan la posibilidad de demostrar sus capacidades y habilidades frente a los demás. Pero tampoco parece lo más recomendable que sea una oposición «para destrozar al contrario». La impaciencia por imponerse al adversario ha lanzado a la plaza pública a los candidatos y sus principales apoyos electorales, sobre estrategias bien distintas, siquiera en este comienzo de campaña: frente a un Rajoy que prefiere reservarse, están cada día ante el atril sus portavoces y látigos Arenas y Elorriaga. El candidato se reserva. Por el contrario, Zapatero es quien da la cara en el bando contrario, y no parece que nadie más le vaya a ayudar en la exposición y explicación de un programa largamente elaborado y abundante en novedades de relieve. Son dos estrategias bien distintas, con evidentes ventajas y riesgos en cada caso.