TRIBUNA
Amaos los unos a los otros
HACE poco menos de dos mil años que, un tipo cargado de buenas intenciones y que afirmaba ser el Hijo de Dios pronunció la locución que da título a este artículo. Sí, como habrán podido adivinar, se trata de Jesús de Nazareth, alias Jesucristo. Este buen hombre que murió por andar por ahí diciendo lo que pensaba, probablemente cuando profirió su famosa frase no pensó que la Iglesia fuera a hacer un uso partidista de ella. Porque, vamos a ver, cuando Jesús de Nazareth mencionó la célebre cita no concretó si nos debíamos amar dependiendo del género ni específico que tipo de sentimiento debía ser. Por lo tanto, se llega a la sana conclusión de que al Hijo de Dios (o al menos eso decía él) le parecía bien que un hombre amara a una mujer o viceversa, o que un hombre amara a otro hombre o que una mujer amara a otra mujer. Hago estas reflexiones como consecuencia de las palabras del inefable Rouco Varela, presidente de la Conferencia Episcopal. Este antipático personaje afirma que el reconocimiento de las uniones de hecho (ya sean homosexuales o heterosexuales) harían quebrar las arcas de la Seguridad Social. A los curas no les basta que las personas se quieran, tienen que bendecir la unión. O sea, que esta gente te da permiso para vivir con alguien, te dice cómo tienes que organizar tu propia convivencia y, si te descuidas, se te cuelan en la cama para asegurarse, cual mamporreros místicos, de que no te anima la lujuria sino sencillamente el ansia de procreación. Personalmente, hace tiempo que dejé de creer en la Iglesia y en sus intenciones. Fíjense ustedes, en esa otra máxima también afamada de Jesús, esa que decía: «Dejad que los niños se acerquen a mí». Es poco probable que imaginara que acabaría teniendo una interpretación literal, a tenor de los escándalos de pederastia en que se ha visto envuelta tan retrógrada institución. Porque, digo yo, no deja de ser una paradoja que esta gente ponga el grito en el cielo por la unión entre dos personas del mismo sexo, que se supone que se quieren y que en cualquier caso se trata de adultos y miren para otro lado cuando empiezan a salir de debajo de las piedras monaguillos sodomizados con ganas de que se haga justicia y se le pidan explicaciones al cura que les amargó la vida. Otra característica del Hijo de Dios es que siempre estaba de parte del necesitado. Era ante todo un revolucionario, por aquella época ya hablaba de repartir la riqueza, llevaba muy mal el asunto de la jerarquía eclesiástica, prefería rodearse de pobres a hacerlo de ricachones... Por eso uno, no puede dejar de preguntarse si, suponiendo, que la Iglesia continúa la obra de Jesús, ¿por qué siempre está del lado del poder? Vamos a ver, supongamos que la Iglesia como organización hace un análisis moral o ético sobre las uniones de hecho. Hasta ahí todo bien, como ya les conocemos, sabemos que lo que va a salir de sus bocas va a ser lo más carca y reaccionario que se pueda uno echar a la cara. Pero de ahí, a que una organización que dice ser apolítica haga un análisis político de una serie de medidas que pondrá en marcha el PSOE si gana las elecciones (para una vez que se les ocurre algo interesante...) hay un trecho. Reflexiones que además, fíjense ustedes qué casualidad, coinciden plenamente con la postura del partido político que ahora está en el poder. Estas declaraciones adquieren mayor dramatismo cuando uno se da cuenta que estos colectivos (ya sean homosexuales o heterosexuales) cotizan a la Seguridad Social como todo el mundo y como tal, deberían percibir unos derechos, que se suponen universales. Por lo tanto, más le valdría al señor Rouco Varela y a sus colegas mantener un perfil bajo y dedicarse a los asuntos del espíritu y del más allá, no vaya a ser que un día la ciudadanía se dé cuenta de que esta gente no tiene descendencia, no cotiza a la Seguridad Social y no paga ninguna hipoteca porque disfruta de la sopa boba que pone a su disposición el estado que los acoge.