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Vueltas por la autovía
EL PRIMER viaje por la flamante autovía a Benavente no deja de ser una aventura. En Nochebuena teníamos que ir a Valencia de Don Juan y decidimos que era buen momento para estrenarla, pero nos quedamos con las ganas. Ya decía un reportaje de este periódico que la señalización no era el fuerte de esta nueva vía, y doy fe de que no se exageró un ápice. Cierto es que pensando que hasta Onzonilla no era posible entrar íbamos charlando y nos pasamos las dos primeras entradas. Para que a los no iniciados no les suceda lo mismo, diré que a la primera se accede desde la carretera de La Bañeza y Santa María del Páramo, al iniciar la subida de la cuesta que enfila el polígono de Onzonilla. Como pasamos esa entrada seguimos por la carretera nacional y al terminar el polígono, y aunque aquí ya íbamos con cien ojos, nos pasamos la segunda entrada, porque la señalización de la tercera rotonda, en la que se encuentra el acceso (a oscuras, para mayor emoción) era tan deficiente, que bastante teníamos con intentar salir de ella, como para imaginar que había que hacer un giro de 270 grados si queríamos ir por donde habíamos decidido. Como tampoco vimos esa entrada, seguimos por la nacional hasta Villamañán, comprobando que ya nadie la utiliza. Al regreso no hubo problema, porque nos advirtieron de que debíamos atravesar Villamañán para llegar al acceso. Un par de días después decidimos estrenarla del todo y acertamos a entrar en esa tercera rotonda de Onzonilla y al regreso salimos a la carretera de La Bañeza. La conclusión es que la señalización es deficiente y enana. Los carteles que ya en las salidas anuncian León apenas miden 20 centímetros, siendo una invitación a no verlos y pasar de largo. Se debe señalizar antes y de forma más clara, grande y sencilla, no muchas cosas juntas. Pero me alegré de que no haya que ir en caravana hasta Onzonilla como ocurría con la autovía a Burgos. El atasco ahora es sensiblemente menor, pero sigue a las puertas de León.