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Publicado por
FERNANDO ONEGA
León

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¡QUÉ solos nos estamos quedando los mayores! ¡Cómo tenemos que archivar nombres que nos han acompañado e inspirado durante más de un cuarto de siglo! La crónica de los últimos meses está llena de apellidos ilustres que se han despedido de la función pública o incluso de la vida. En los periódicos vienen esquelas de políticos y antiguos ministros que tuvieron sus años de presencia en la historia y ya no suenan de nada a las nuevas generaciones. Y en un solo día, el de ayer, se pudieron ver estas noticias: se muere Joan Raventós; Aznar dice en Estados Unidos palabras de adiós; Alfonso Guerra es el único político importante de la transición que se presenta a las elecciones; Felipe González recibe el último aplauso como diputado en un Comité Federal del partido que dirigió¿ Felipe González, ¿recordáis? ¡Como borra el tiempo la memoria! Estuvo trece años al frente del gobierno. Ganó cuatro veces las elecciones. Tiene entre sus méritos haber consolidado la supremacía del poder civil sobre el militar, en un país donde se oía ruido de sables cuando llegó a la presidencia. Y, sin embargo, esa etapa es para muchos españoles una etapa funesta, llena de corrupciones y manchada por el terrorismo de Estado. Ningún político español vivo suscita tantos rencores con sólo pronunciar su nombre. Y Felipe González muestra ante la Prensa los mismos sentimientos: creo que no entiende que se le trate con tanta dureza, si él piensa que ha sido el gobernante que más ha modernizado España. Por eso, ayer, cuando Rodríguez Zapatero le agradeció los servicios prestados al Partido Socialista, tuvo que ser un momento emocionante para él. Y cuando sus compañeros del Comité Federal se pusieron a aplaudirle, tuvo que ser interpretado por él como un momento de justicia histórica. Hace mucho tiempo que González no recibe más aplausos que los de cortesía al final de una conferencia o de la presentación de un libro. Y por eso, ayer, sentado como estaba en la primera fila, se levantó a agradecer esas muestras de afecto. Era también su despedida como diputado; despedida oficial, porque hace meses, por no decir años, que no justifica su sueldo en el Congreso. Lo confieso: he visto la escena con nostalgia. El tiempo va poniendo una cruz en personajes que entraban todos los días en nuestro cuarto de estar a través del televisor. Y con alguna tristeza: la que produce ver que un hombre que estuvo tanto tiempo en la presidencia -nada menos que la mitad del periodo democrático- se lleva solamente en la memoria el aplauso de los suyos.

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