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Publicado por
MANUEL ALCÁNTARA
León

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NUNCA llueve a gusto de todos. Tampoco es unánime el contento cuando escampa. La propuesta de Zapatero de una rebaja de impuestos a las rentas más altas ha sido acogida con entusiasmo por el Círculo de Empresarios, tantas veces acusado de ser un círculo vicioso. No han podido disimular su alegría y han reconocido que «el programa fiscal del PSOE es maravilloso». ¿Cómo se las maravillaría su líder para hacer feliz a lo que ahora se llama la patronal? Lo cierto es que están agradablemente sorprendidos con la reducción de tramos del IRPF, que bajaría el tipo máximo del 45 por ciento hasta el 30 y también el Impuesto de Sociedades. Con rivales como estos pueden despedir al señor Cuevas. Por el contrario, donde se han producido algunas protestas es en el PP. El ministro de Economía, Rodrigo Rato, ha asegurado que la propuesta fiscal del PSOE, que considera poco creíble, beneficiaría a los ricos y a las grandes empresas que cotizan en el Ibex 35. ¿Cómo es posible que una medida de los socialistas merezca la alabanza de las clases económicamente poderosas y la repulsa de los desfavorecidos? Es el mundo al revés, sobre todo el mundo laboral. El coordinador de IU, Gaspar Llamazares, que siempre me ha dado la impresión de que se ha equivocado de siglo, y el secretario general de Comisiones, José María Fidalgo, que siempre me ha caído muy bien, nada más salir de su asombro, han criticado con dureza la sorprendente propuesta. Juntos son una versión sindical del Dúo Sacapuntas, cuya mitad descansa en paz, y no se explican que desde sus indestructibles convicciones se favorezca a los que más tienen y se acuda en auxilio de los económicamente fuertes, que no precisan que se les socorra, ya que ellos se bastan. Si Norberto Bobio no hubiera cascado hace unos días, le da un síncope. ¿Llevará razón el filósofo Gustavo Bueno? ¿Será verdad que la derecha es una y las izquierdas son varias? Llega un momento en que no sabemos dónde tenemos la mano derecha, ni la otra, y nos quedamos de brazos cruzados. Por eso no aplaudimos.

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