LA VELETA
Dimitir no es tan difícil
NO ES tan difícil conjugar el verbo dimitir en primera persona del presente. Sencillamente se dice: «yo dimito». Incluso una persona como Federico Trillo, con un poco de práctica, podría hacerlo. Esta afirmación sobre las potencialidades de Federico Trillo para entender la asunción de responsabilidades políticas que debieran conducir a la propia dimisión, no es baladí; se sostiene en la memoria de lo que fue Federico Trillo durante su época de portavoz en la oposición. ¿Se acuerdan? ¡Qué firmeza en la exigencia de responsabilidades a personas como Carlos Solchaga, García Vargas, Antonio Asunción, José Luis Corcuera...! Todos ellos dimitieron para asumir sus responsabilidades. Trillo, no. El informe oficial del Ministerio de Defensa reconoce claramente que las advertencias de mandos del Ejército español sobre las deficiencias de seguridad de los transportes de tropas españolas no surtieron efecto. Pero, claro, culpa de esta situación a instituciones ajenas, lejos del ejercicio de la responsabilidad del Gobierno español. En síntesis, el informe dice: El Gobierno español trasladó las quejas de los mandos a la agencia NAMSA, que era el organismo de la OTAN encargado de la contratación de los viajes. Diluir la responsabilidad propia en la ajena no deja de ser un acto de cobardía. El Ministerio, como hicieron en otros países europeos, tenía que haber establecido su propio control sobre las quejas de los militares españoles. Probablemente ahora los viajeros del Yak 42 estarían vivos. Federico Trillo ha mentido mucho y con descaro. Incluso trató de conjugarlas emociones cuando dijo que «si pudiera devolver la vida de los soldados dimitiendo, lo haría ahora mismo». Él sabe y sabía que ese milagro es imposible. Pero lo que está en su mano es dimitir para demostrar que la culpa por su negligencia y la de su ministerio se formula en términos derespeto hacia las familias de las víctimas. Federico Trillo debiera ensayar ante el espejo para comprobar que no es tan difícil y que lo mismo que fue capaz de decir: «dimita usted, señor Solchaga» puede llegar a aprender a decir: «Yo, Federico Trillo, dimito». De verdad que no es tan difícil. Incluso los abominables socialistas aprendieron a hacerlo.