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Publicado por
ANTONIO CASADO
León

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YA ESTÁ en el BOE el decreto de disolución de la Legislatura y convocatoria de elecciones generales para el domingo 14 de marzo. Urnas abiertas para conocer el dictamen del pueblo soberano en clave de continuidad o cambio tras ocho años de gobierno del PP, donde hay luces y sombras, según el color del cristal con que se mire, que nunca es único, por suerte. La convocatoria coincide con una arriesgada apuesta política del PSOE, formulada por Rodríguez Zapatero el domingo pasado. El compromiso público consiste en formar gobierno sólo si su partido confirma su condición de primera fuerza política acreditada en las últimas elecciones municipales (recuento de votos a escala nacional). A mi juicio la apuesta es valiente -por tanto, arriesgada, como todas las apuestas-, clarificadora y esencialmente democrática, pero en términos de pugna electoral obliga a sus competidores del PP a cambiar de discurso. O a decir que Zapatero es un mentiroso. El significado del compromiso de los socialistas alcanza de lleno el significado de los ataques preventivos del PP contra sus adversarios, a los que presenta como precursores de la España roja y rota por suponerlos al bracete de quienes quieren poner patas arriba la Constitución. Si ahora el PSOE se compromete a no pactar con nadie para completar una mayoría parlamentaria, en caso de que el PP fuese primera fuerza pero sin mayoría absoluta, Rajoy y Aznar pierden su señuelo favorito. Este fin de semana, Rajoy todavía seguía machacando el mismo clavo: «Al PSOE le falta firmeza y convicción para alejarse de quienes quieren forzarle a cambiarlo todo». Incluso el presidente del Gobierno en funciones, principal muñidor del mensaje de un PSOE dispuesto a echar del poder al PP a cualquier precio, tampoco se privaba de volver a la carga con sus pedradas favoritas contra el adversario socialista. Ahora lo tienen más claro: O Rajoy repite la mayoría absoluta o el PP se traga todo lo dicho contra los nacionalistas, porque a lo mejor tiene que volver a aliarse con ellos como ya hizo en el 96. Como hizo el PSOE en el 93. Con la diferencia de que los socialistas nunca se rasgaron las vestiduras.