AL TRASLUZ
Sin banderismos
RECHAZA Luis Mateo Díez banderas, banderines y banderolas. Lo dijo Rimbaud: la patria es la infancia. Pero conviene no confundir los territorios imaginarios con los reales. Las banderas son símbolos y estos han de importarnos, siempre que no se conviertan en fardos o imposiciones. Como importa la lengua, cuando es instrumento de amor y de convivencia, ruta por la que impregnas y eres impregnado. Cuántas columnas habré escrito contra los excesos nacionalistas, esa falsa jerarquía del pasado que nunca fue, la falaz grandilocuencia de lo insignificante. No soy leonesista, en el sentido de militancia o identificación ideológica, pero reconozco que es un pilar necesario para que nuestra tierra se exprese y reivindique. Las señas de identidad de León están en su bandera, canciones, catedrales, cecina, espadañas y claraboyas¿ si eso suena a caduco allí donde se toman las grandes decisiones no es problema nuestro. La bandera, pero sin banderismos. Aquí no se reta a duelo a quien mantiene que la morcilla de Burgos es más rica que la de León. Ni todos sentimos Valladolid como enemigo acérrimo. León necesita su leonesismo, del que ningún partido tiene la exclusiva, pues no es atrapable en siglas. Un leonesismo no victimista, pero reivindicativo, basado en el amor a la tierra propia y a la de los demás. La tragedia del PNV es que todo lo ha reducido a amarse a sí mismo, a empobrecerse, a emborracharse de yo, obsesionado con primar las presuntas diferencias sobre lo que hermana. No es el caso de León. La Cultural, las canciones de Amancio Prada, el Auditorio, los libros de Luis Mateo Díez también son bandera. Los símbolos importan si nos universalizan¿ pero mucho más importa, eso sí, el corazón humano.