Demasiados detectives

EL PASADO es irreparable. Incluso los teólogos, o sea, los que tienen especiales conocimientos acerca de Dios y de sus atributos, opinan que no le es posible rectificar los días de ayer. Cosa que de ser cierta nos induciría a pensar que no hay nadie perfecto. Ni Dios. Ahora se les exige a las personas que, por azar o por mérito, hayan accedido a una posición relevante, que sus vidas hayan sido irreprochables, pero más sensato sería pedirles que lo fuera su futuro. Abundan los detectives de hemeroteca y los que husmean en los calendarios antiguos. Se confunde la labor periodística con la vocación de sabueso, pero es más difícil aproximarse a Larra que a la vecina cotilla de su bloque. Si estimamos que es un éxito periodístico todo lo que suscita la curiosidad de los lectores, no cabe duda de que lo es exhibir el retrato de la futura reina de España descalza desde la mandíbula al ombligo. La entonces periodista sirvió de musa, hace siete años, a un dudoso artista mejicano para un cuadro que apareció en un disco de Maná. «Sueños líquidos» se llamaba el extenso óleo, que se utilizó como cartel desplegable. Ahora se está utilizando para otras finalidades. En Norteamérica es muy habitual que se contrate a un escuadrón de rastreadores para que investiguen el pasado de los candidatos a la presidencia. Alguno ha quedado inhabilitado para el cargo al descubrirse que en edad escolar, le robó un lápiz a un compañero de pupitre. ¿Qué se puede esperar de alguien que ya desde chico mostraba sus tendencias?, decían sus rivales políticos. A otros se les descubrió que tuvieron relaciones precoces con una prima suya, que hacía mucho ruido al mear. Lo que más vende es lo que más se paga. Ahora se investiga la vida sentimental del ministro Álvarez Cascos, que parece que es un don Juan con cara de «sparring». El hombre se enamora todos los miércoles, lo que demuestra abundancia de corazón. La foto de Letizia Ortiz dará que hablar y al parecer de eso se trata.