Diario de León

DESDE LA CORTE

Llanto por tres niñas

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FERNANDO ONEGA
León

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CUANDO escribo esta crónica, está vivo todavía. Muy grave, pero vivo. Se llama Gonzalo Pérez García. Tiene 42 años. Ha dejado en Toledo a su mujer y tres hijas. En la madrugada del miércoles al jueves, una bala le atravesó la frente. Es otra víctima de nuestra presencia en la posguerra de Irak. Tengo su foto sobre mi mesa, vestido con el uniforme de la Guardia Civil, y me cuesta trabajo imaginarlo en un hospital americano. Sólo sé que entre esa foto y la noticia de su herida hay una experiencia vital, un servicio y una familia angustiada. Sólo eso. A lo mejor lo hemos visto en alguna imagen de televisión, cuando se marchaba a Diwaniya. ¡Qué sugestivos reportajes se han hecho! El adiós de los familiares; el beso ante los aviones que los llevan; ellos, los soldados y los guardias, que parecen y dicen marcharse a una misión importante¿ Lo hicieron en nombre del honor, de la libertad, de la lucha contra el terrorismo. Pero han sido destinados a un territorio hostil, lleno de atentados, donde una guerrilla que llaman terrorismo los ha designados enemigos, porque son extranjeros en su patria. Y una vez la emboscada, y otra el coche bomba, y esta vez la respuesta en un registro, atentan contra su vida. La realidad terrible es ésta: cuando se opera en una zona de guerra, se puede producir una muerte, una bala te puede atravesar la frente. Eso le acaba de ocurrir al comandante Gonzalo Pérez García, que ha dejado en Toledo a una mujer y tres hijas que no saben si volverán a ver a su padre. Hemos leído las primeras reacciones políticas. Hay quien ensalza el servicio que nuestros soldados prestan en aquel desierto. Hay quien invoca los sagrados nombres del Honor y la Patria y la Libertad. Y hay quien aprovecha tanto dolor para pedir que vuelvan; que se encargue la ONU de aquella matanza diaria. Acabo de asistir a una reunión de periodistas y políticos, y uno de los temas de conversación ha sido saber a quién benefician, a qué partido le pueden dar votos los sucesos de Irak. Y los políticos responden que no saben; pero que estas cosas les rompen la agenda electoral. En nombre de la lucha por la libertad, se trivializa la muerte. El cronista, que no acaba de entender qué gloria se ha buscado en Irak, sólo sabe pensar en esa mujer de Toledo a quien ayer golpearon las noticias y hoy o mañana dirá que se siente orgullosa de su marido, un servidor de la Patria. Y sólo sabe pensar en esas inocentes niñas que quizá no sepan que aquel beso que dieron a su padre pudo haber sido el último, maldita guerra.

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