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León

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UNA amiga me argumentaba en días pasados que este frío nuestro es psicológico. No negaré que los leoneses seamos, incluso los nacidos en Madrid, propensos a describir con un toque wagneriano la menor nevadina, pero exageración local aparte, este frío no es espejismo, sino dos y dos son cuatro. Desde que hice el campamento militar en El Ferral no recuerdo dentelladas así. Dan ganas de ir bailando por la calle; como en West Side Story, pero con bufanda. Ganas dan de, no lo digo, qué me pierdo. Muchas veces he escuchado que para heladuras las de antaño. Empiezo a intuirlas. Este frío nuestro es un carnívoro cuchillo.  Saturno devorando a sus hijos. Pobres canónigos de antes de la calefacción¿pobre Pulcra , sin poder acurrucarse, siquiera sobre sí misma. Sin embargo, no cambio estos gélidos zarpazos por una sudada en Benidorm. No. El frío pide sopas de ajo, carantoñas, partidita de parchís, lectura sosegada de los clásicos, peliculón de tiros. El calor, canciones de Georgie Dann. No hay color.  Aunque, por mucha lírica meteorológica que le echemos, el invierno se nos  pone crudo. Una sonda espacial fotografía Marte, pero la Humanidad sigue dependiendo de que las nubes rían, lloren o hagan mutis por el foro. El clima es quien manda en la Tierra. No le tose nadie. Antes esto era una de esas verdades que se aprendían a la luz de las hogueras, hoy está prácticamente olvidada. Hasta que de repente, nos llega un viejo frío de antaño y nos clava su saludo gris. Su palpable invisibilidad . No susurra escarchas. Nosotros temblamos. Este mismo frío congeló ya antes a muchos leoneses. Viene desde el pasado remoto. Ya agarró por la pechera a los legionarios de la VII. Constipó a Santo Martino. Aterió a los reyes de León. Entumeció a  los templarios. Heló a  Maese Nicolás. Zarandeó a Antoni Gaudí. Destempló al arquitecto Torbado. Y cuando nosotros no estemos, ni quienes puedan recordarnos, seguirá ahí, sabio y cabrocente. Pero nuestro.

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