Diario de León
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CARLOS CARNICERO
León

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HEMOS podido comprobar que Irak es una trampa, una inmensa ratonera, cuyo cepo fue activado por las mentiras que Bush fabricó, como se ha podido demostrar fehacientemente por los testimonios de quien fue Secretario de Estado del Tesoro, Paul O¡Neill, cuyas revelaciones demuestran el carácter gigantesco de la farsa con la que se montó la invasión de Irak. Pero ahora, con ser grave, no es tan urgente pedir responsabilidades a quienes no engañaron como urdir una solución que asegure que nuestros soldados volverán sanos a casa y que el pueblo iraquí podrá recuperar su soberanía lo antes posible. Ahora ya ningún miembro del Gobierno español tiene la desfachatez de referirse a los objetivos de nuestras tropas en Irak como las correspondientes a una misión humanitaria. Ese fue el eufemismo empleado para burlar la aprobación de Las Cortes Generales del envío de tropas españolas, a una zona de guerra, para participar en el conflicto. Por si había pocas dudas, las graves heridas, tal vez irreversibles, sufridas por el comandante de la Guardia Civil, Gonzalo Pérez García, en lo que el Ministerio de Defensa ha definido como «una acción antiterrorista», demuestra que nuestra misión allí no es meramente humanitaria sino de guerra y lucha antiterrorista. Una confesión suficiente para convocar, urgentemente, la Diputación Permamente de nuestro disuelto Congreso de los Diputados, para someter a su juicio la permanencia de las tropas en ese territorio en guerra. Ni los esfuerzos desesperados del administrador colonial norteamericano, Paul Bremer, han logrado que la ONU recoja el legado desastrosos de Bush, Blair y Aznar, y ahora mismo nadie sabe como salir de Irak. Pero esa situación quema tanto que es previsible que tengamos que prepararnos, Dios no lo quiera, para seguir recibiendo noticias luctuosas de ese destrozado país. Es hora de que Aznar nos dé explicaciones de las mentiras de esa guerra. Es momento de que el presidente en funciones busque la forma en la que sea posible salir de esa trampa. Y es hora de que Mariano Rajoy, que era ministro del Gobierno que tomó esas decisiones tramposas, se dé cuenta y reconozca que, en caso de que gane las elecciones, tendrá que administrar un caos que el mismo colaboró en producir.

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