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Publicado por
CARLOS ANTONIO BOUZA POL POETA
León

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EL 11 DE FEBRERO del año 2000, en esta misma sección de Diario de León, escribí el artículo titulado Votos son amores y no las intenciones en el que pronosticaba y acertaba plenamente la mayoría absoluta del Partido Popular en aquellas elecciones generales. Dije, textualmente: « Aznar formará Gobierno sin tener que soportar al PNV ni a CiU», «En Cataluña todo seguirá igual de mal. El PSOE, algún día, tendrá que pararle los pies a Maragall, porque es tan nacionalista como Pujol e igual de ambicioso, aunque más torpe. España necesita un PSOE fuerte y serio, pero hoy, lamentablemente, no da esa impresión» . Un mes después, exactamente el 7 de abril del año 2000, también en una Tribuna titulada: De Moncloa no me llaman analizaba los resultados electorales y terminaba diciendo: «Otro día, tal vez me atreva a explicar los porqués de la estrepitosa y abultadísima derrota del tándem PSOE-IU, ante el Partido Popular que logró 183 diputados y la mayoría absoluta. Ya se acabó la transición. España necesita un Partido Socialista nuevo ¿Cuándo será?». Han pasado cuatro años y, evidentemente, no me han llamado desde la Moncloa, pero tampoco se ha molestado en llamarme el señor Zapatero, y así le va. En fecha 25-9-2003 escribí en Bierzo 7 el artículo: El príncipe feliz y su atribulado padre , en el que dije: «Ando sobrecogido por el desvarío general socialista¿». Ahora, tres meses después, la señora Cristina Alberdi se ha ido del PSOE diciendo lo mismo: «Me marcho porque el desvarío del PSOE es total» . Está claro que Rodríguez Zapatero entiende y apoya a Pascual Maragall cuando se desgañita diciendo: «No nos sentimos bien en España», «Hay que dialogar con Madrid para encontrar una nueva relación», «Cataluña necesita y exige otro marco de relaciones con España, un Estatuto nuevo» . Me entristece y me preocupa que José Luis Rodríguez Zapatero ande tan endeble y desesperado que incluso se vea obligado a tragar y a divulgar, como propias las barbaridades del Gobierno tripartito de la Generalidad, que dice: «Si no consienten que Cataluña sea un Estado, el drama está servido». ¿Servido por quién, y para quién? La ceguera política del Partido Socialista es tan grande que un día le pisotea la cabeza a Nicolás Redondo Terreros o a Cristina Alberdi y, otro día, le besa el trasero nacionalista de Pascual Maragall ¿Quién lo puede entender? En Cataluña, y en el País Vasco, a mí me daría igual que mandara el PP, o un PSOE que no fuera nacionalista independentista. He dicho muchas veces que no me gustan los nacionalistas, y por eso estoy contento con el desalojo de CiU del Gobierno catalán. La pena es que Pascual Maragall no parece tener cerebro ni corazón suficiente para moderar su discurso y tratar de amansar a esas dos «fierecillas aprovechadas» de Carod Rovira y Joan Saura. El problema grave de Zapatero (de España también) es que, de momento, no puede centrar a Pascual Maragall y, éste, nieto del autor de La vaca cega , le presiona y le obliga a asumir como propio un discurso inapropiado, inoportuno, provocador y extremista que lo condena a la perdición. Así se puede entender el desvarío de insistir, una y otra vez, machaconamente, sobre la conveniencia de reformar la Constitución, unido también al permanente y estéril intento de desacreditar al PP diciendo que hace electoralismo con eso de la unidad de España. La endeblez del PSOE y de Zapatero se manifiesta explícitamente cuando no duda en alimentarse también de cadáveres políticos de la vieja guardia que lo único que pueden aportarle es mal olor. La desesperación es tan grande que, al borde ya de la locura, se atreven a proponer cosas tan delicadas como esa del aborto libre hasta el octavo mes de gestación, o el cambio de sexo gratuito, o el matrimonio entre homosexuales, y otras de parecido tenor que, lo único que aportan es la huida de votos al PP. Votar al PSOE en estas circunstancias sería tanto como confiar en una extrema izquierda radical que no tiene ni la menor idea de por dónde anda ni a dónde va. El señor Rodríguez Zapatero debería entender que la única forma posible de ganarle al Partido Popular unas elecciones generales no es marcando distancias y separándose de él lo más lejos posible, sino al contrario, tendría que procurar parecérsele en casi todo, excepto, naturalmente, en los matices de carácter social y de redistribución de la renta. El Partido Socialista tiene que tener con el PP muchas más cosas en común, más afinidades, que con Izquierda Unida o con los nacionalistas catalanes, vascos, y gallegos. Al menos el 90% de la praxis política del PSOE debería ser sustancialmente idéntica a la del PP. Mientras el PSOE y sus líderes no entiendan esto están condenados a perder, y así, una vez más, ellos solos se marchan del espacio de centro, se radicalizan y le dejan todo el campo abierto al adversario que, en el próximo marzo, cosechará otra mayoría absoluta importantísima. Zapatero se quedará en zapatero, Zapatero a su pesar, y al mío, que soy un verdadero y auténtico socialista de derechas de toda la vida.