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Publicado por
JOSÉ A. BALBOA DE PAZ
León

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JOSÉ LUIS Rodríguez Zapatero iniciaba la pasada semana su precampaña electoral con la promesa de no formar gobierno si el PSOE no es el partido más votado. Ayer mismo, en ABC, en una entrevista que le hacìa Gonzalo López Alba, lo volvía a reiterar, aunque matizaba que si ganaba y necesitaba apoyos parlamentarios no excluía ni personas ni siglas, aludiendo a hipotéticos pactos con IU o el PNV. Desde el punto de vista democrático, nada se puede objetar a éstos para alcanzar una mayoría parlamentaria, se ganen o no las elecciones; de lo que si se puede dudar son de las palabras de Zapatero, que contradicen los numerosos que los socialistas han firmado en las pasadas elecciones municipales sin haber sido la lista más votada. El caso de León, sin ir más lejos, es paradigmático; pues en esta ciudad ganó el PP, pero el PSOE no le ha hecho ascos a la UPL para conseguir la alcaldía. Ya he dicho que, en democracia, los pactos son legítimos; el PSOE gobierna en León con absoluta legitimidad. Lo que no tengo tan claro es si desde el punto de vista político la alianza con la UPL le está reportando algún beneficio. Los conflictos que la UPL ha planteado en estos meses, por ejemplo con su rechazo a la Fundación Villalar, o las pretensiones de Rodríguez de Francisco de imponer por las bravas la bandera de León en la Universidad, dudo que hayan sido beneficiosas para el PSOE. El alcalde de León y la dirección provincial son vistos por muchos como rehenes de la política de la UPL, partido minoritario pero clave en la capital, y que ante el chantaje de una ruptura del pacto, van a dónde no quieren ir; incluso en algunas de estas acciones, el PSOE provincial ha tenido que discrepar públicamente con el regional y con su secretario Angel Villalba, por cierto leonés. Todo esto parecen nimiedades al lado de la operación que supone el control de Caja España por parte de los leonesistas. No se trata ahora de gestos, más o menos demagógicos, de proclamas más o menos victimistas; estamos hablando del control partidista de la mayor entidad financiera de Castilla y León, sometida desde hace algún tiempo a los intereses espurios de los partidos y no al servicio de sus impositores y clientes, entre los que me cuento, aunque no por mucho tiempo si esto sigue así. Ingenuamente, creí que el pacto de estabilidad, firmado por PP, PSOE y UPL en septiembre era justamente eso, un pacto para acabar con la inestabilidad vivida por la caja en la última década, con cinco precarios y sucesivos presidente y otros tantos directores generales. Un pacto, firmado por el PP y el PSOE al que luego se añadió la UPL, que incluía la continuidad del actual presidente Nieto Nafría, a quien, todos suponían con capacidad suficiente para abordar los cambios necesarios en la Caja y convertirla en una entidad financiera solvente. Pero aquel acuerdo, tan celebrado, debió de ser un simple espejismo o un movimiento táctico de Rodríguez de Francisco que incluía, posiblemente desde el pacto para el gobierno del ayuntamiento de León, el asedio y control de Caja España. El acuerdo al que han llegado la pasada semana los nueve consejeros del PSOE, UGT y UPL para descabalgar a Nieto Nafría y colocar en la presidencia a Victorino González, presidente de la Cámara de Comercio de Astorga y cercano al leonesismo, es por ahora, el último acto de este drama. Es posible que Nieto Nafría haya cometido errores en relación con la indemnización del director general Evaristo del Canto, o en el rechazo al organigrama presentado por el actual G. Lagartos; pero no parece que éstas sean razones suficientes para poner al borde del abismo la imagen pública de la Caja. Tampoco creo que el control leonesista de la caja tenga que ver con la defensa de la leonesidad de esta institución, sino con antiguos resquemores de Angel Villalba y Rodríguez de Francisco, en esto firmes aliados, contra el actual presidente y algunos miembros de su entorno. En todo caso, el ejemplo de León, no anima a creer las promesas de Zapatero. 1397124194