Diario de León
Publicado por
CONSUELO SÁNCHEZ-VICENTE
León

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LA PANCARTA «el pelota vasco, la nuca contra la bala» y los abucheos con que la Asociación de Víctimas del Terrorismo (AVT) saludó la llegada a la gala de los Goya del director de La pelota vasca, la piel contra la piedra, Julio Medem, resumían bien los sentimientos de rechazo que uno y otra, autor y obra, han despertado en un amplio sector de la ciudadanía y en otro no menor de víctimas del terrorismo. Tenían derecho a expresarse como lo hicieron, me gustaría decirles a quienes han visto en la protesta de la AVT un ataque al derecho a la libertad de expresión de Medem. En el apartado a) de su punto 1, el artículo 20 de nuestra Constitución reconoce y protege expresamente el derecho a «expresar y difundir libremente los pensamientos, ideas y opiniones» a cualquier ciudadano. Pero, por la misma razón, y con la misma convicción, me gustaría recordarle a la AVT que Medem, y también los actores que desde el escenario de los Goya defendieron el derecho de este cineasta a reflejar su visión sobre el problema vasco como lo ha hecho, merecen, no más pero tampoco menos respeto del que reclaman para sí mismos, ya que también ellos están amparados por ese mismo apartado de este artículo constitucional y, además, por el que, inmediatamente después, sin solución de continuidad, reconoce y protege el derecho a «la producción y la creación literaria, artística, científica, y técnica» a todos los ciudadanos. Yo he visto la película: no refleja la realidad de la tragedia de ETA, que es lo que pretendía Medem. Y eso, se mire como se mire, es un fracaso... suyo. La excusa de que la culpa es de las víctimas de ETA por no haber querido participar me parece infantil. Pero, es sólo una película, una mirada, su opinión. Que Medem tiene el mismo derecho a expresarla que quienes le critican a criticarle, para mí está fuera de dudas. En España el derecho a la libertad de expresión es universal, ni siquiera en atención a la enorme autoridad moral de las víctimas del terrorismo es legítimo negarle a Medem ese derecho. Y, por la misma razón, hay que reconocerle a sus críticos el derecho a discrepar. En democracia, la alternativa a la igualdad ante la ley, no existe. Sin igualdad ante la ley no habría democracia. Sencillamente.

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