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VENANCIO IGLESIAS MARTÍN CATEDRÁTICO DE LITERATURA
León

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ME HE vuelto comprensivo. A mí lo que me molestaría es que, en política, me representara un tonto, pero comprendo que haya muchos tontos que quieran ser representados por otro. También he aprendido a tener un poco de miedo a los hombres bajitos con bigote porque, yo no sé cómo, pero siempre se dan arte y maña para subirse a un sillón, trepar a una escalera o montarse en un machito desde el que ordenar -¿ordeñar?- mandar, y si el caso sube a más, acollonar al personal en general y a los hombres de bien en particular. Carod, por ejemplo. Carod es un hombre que parece una apócope de carota, y una apócope de hombre que negocia cosas indecentes: «Os apoyo pero no vayáis a matar a algún catalán que tampoco nosotros, un diez y seis por ciento, tenemos que ver nada con los españoles». El tío cara ese, que le tienen que poner escalera para arreglarse el bigote, para hacer las menores en un orinal o para subir al micrófono, va y se sube y dice que no va a arrepentirse ni avergonzarse por sus convicciones... El tío no tiene ideas, sólo convicciones. Claro, contra las ideas de una ideología cualquiera, se pueden oponer las mentiras de otra, pero contra las convicciones ¿qué puede hacerse? ¿Es que es un crimen conversar con ETA? No hombre, conversar con criminales no es un crimen, sino una cuestión de estómago y el tío tiene unas tragaderas y un estómago capaz de comerse un plato de cagalitas de oveja como si fueran conguitos, y al final: «Una servilletita por favor... no de esas no, que son españolas». Pues, anda, que el jefe.... «yo no me enteré, es que estaba de viaje». ¡Toma castaña! Si no te enteras de cosas tan gordas más que por la prensa, en cuatro años te la van a meter doblada, Maragall, que le estás dando argumentos al PP. Te rompen el pacto de lealtad, te cagan en el morral, te dan una patada en el culo y tú, con un cierto enfado, así como muy digno: «He aceptado la dimisión del conseller cap-irote, pero lo mantendré en el gobierno sin hacer nada. ¡Anda mi madre! ¿Y por qué no me pones a mí a ayudarle? Yo me pido también un sillón y un sueldo de ayudante de conseller de nada. ¿Pero es verdad que le vas a quitar el trabajo y que le vas a seguir pagando con mis impuestos? No me digas que tú no sabías nada, que no nos chupamos el dedo. ¡No sigas capull! No lo has dimitido y fusilado por miedo a que el hombrecico comenzara a soltar por debajo del bigote. Pero tú estabas enterado y más que enterado: «Oye, Cardo, yo a Estambul y tú a Perpignan. Habla con esos tíos y diles que nada de andar matando por aquí, y dile que estamos en sintonía con ellos porque a Aznar hay que darle caña. Pero si te cogen, yo no sabía nada. ¿A dónde vamos con políticos así?». ¡Ay, Maragall, lo que son los viajes! Si no lo sabías, vaya papelón el tuyo. Te vas a arrepentir de la pasión turca. Mejor para su santidad/ ese oficio de viajar. O, por lo menos, cuando te vayas de viaje, cierra el despacho y llévate las llaves del coche oficial y pon una mordaza a tus compañeretes de coalición. ¡Otra buena! ¡El coche oficial! Y sale el tío y dice que no fue en representación de nadie sino como persona, como ser humano que no puede soportar la violencia. Pues si no sabes conducir, te afeitas el bigote, te pones unas gafas de sol y le pones barba postiza a un amigo: «llévame a Perpiñán que vamos a hablar con unos matarifes; anda ya te pagaré la gasolina cuando cobre mi primera paga». Y ni coche oficial, ni escolta ni leches. Y al conserje: «Vamos a ver El último tango con veinte años de retraso. Y si no sabes cosas tan elementales, te quedas en casa, te subes a una butaca a ver Salsa Rosa, que eso es lo que tienes que hacer: Salsa Rosa, Crónicas Marcianas y la Selva de los Famosos. Y de la basura que se ocupen otros. Tú a paparla». Ahora, lo que sí me ha dado pena es que le hagan eso a Zapatero. Se ha portado noblemente con los llamados barones del partido y especialmente con el de Cataluña y no se da cuenta de que Maragall que tiene el colmill retorcit, va a su bol y ha invertit els sigles de su formació: PCS partit catalá socialist. El asunto era muy grave y Zapatero se creyó que Maragall reaccionaría antes como socialista que como catalanista y le falló. Maragall, un taifa que qui ere asegurarse la corona del reino de Aragón, Nápoles, Sicilia, Cerdeña y el ducado de Atenas y Neopatria y, si fuera posible, la Provenza y un poquito de Estambul, Maragall hace como que no sabía nada pero el tío estaba al tanto haciéndose el tonto. Ya dije que tenía miedo del hombre bajito con bigote y ya se entiende que no me refiero a la estatura física. Pues el muy impresentable va a arrastrar el bigote, digo al PSOE de Zapatero a las urnas, pero las urnas del crematorio político. José Luis, te seguimos queriendo pero tienes que poner un poco más de firmeza, coño. Te contentas con cualquier artimaña de barón catalán y eso no puede ser. Va a haber muchos españoles que se inclinarán al PP aunque no les guste. Mismamente yo que hice promesa a la Virgen de Montesclaros de no volver a las urnas ni atado. Si tienes que darle una colleja a Maragall no te contengas, hombre, que eres el jefe. Y dile a Jesús que se calle un poco, porfa, que cuando a uno lo pillan con las bragas en la mano, lo mejor es vestirse a toda prisa y callarse. No sigas la estrategia de Simancas que no dio resultado: «Nos pillaron con la mano en los ladrillos, pero la culpa la tiene el PP que nos corrompió». Le pillaron a la novia de Maragall en la última fila del cine con dos tíos de la ETA, pero la culpa la tuvo el gobierno que no dio orden de detención preventiva de los amantes. Y si el gobierno usa la información de forma partidista, hay que adelantarse a él, porque eso, sí es así, los españoles se lo van a perdonar. Lo que no perdonan es la mentecatez de aceptar a un tonto como compañero de viaje. Bueno, pelillos a la mar y que las urnas repartan suerte. Sabes que tienes mi voto, pero ya hay leoneses que empiezan a mirarte raro. Lo que decía: A mí los hombres pequeños... por cierto, ¿Pujol tenía bigote? Ah, por eso no me caía tan mal. No me mire usted así, hombre. Más valía lo pequeño conocido que los Rovira por conocer. Y hacía unas semanas que parecían decir: «Ya veréis lo que es un pacto de izquierdas y lo bien que va a ir todo». «Oiga, señor conseller en cap-ull ¿cuánto mide usted?». «Uno cincuenta y cuatro ¿por qué?» «No, por nada. No sé con quién h abrá comido pero ¿no le avisaron de que se le ha quedado a usted un fideo en el bigote?».

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