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Publicado por
FERNANDO ONEGA
León

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COMO si esto fuera fútbol a la defensiva, el partido del Gobierno ha decidido aplicar la técnica del cerrojo. No invoca el «no pasarán» que tanto se citó estos días, pero utiliza su mayoría para que no se cuele en el Congreso ninguna pregunta de las demás fuerzas políticas. Ni siquiera si viene avalada por todas, incluida Coalición Canaria, que presta su apoyo al Partido Popular en todas las situaciones de agobio, penuria y soledad. De esta forma nos quedaremos sin conocer la versión oficial de asuntos del máximo relieve político y máxima gravedad: la reunión de Perpiñán, los trabajos del Centro Nacional de Inteligencia y la posición de España ante la inexistencia de armas de destrucción masiva en Irak. El Parlamento está cerrado. Y si no lo está, es como si lo estuviera. Según la interpretación de la mayoría, no se puede molestar a los diputados de la Diputación Permanente por asuntos de tan poco calado. Me apresuro a decir que, en parte, lo entiendo. Ningún gobierno del mundo se expondría a que le acusen de usar información sensible con fines electorales. Y ningún gobierno del mundo se prestaría a reconocer en víspera de elecciones que ha sido engañado para entrar en una guerra y se ha visto obligado a trasladar esas mentiras a los ciudadanos. Quien se haga la ilusión contraria, es más ingenuo que Carod-Rovira. Pero la política tiene mucho de formas. Incluso formas de disimular. Y aquí, una vez más, fallan esas formas. Es ilógico que el Gobierno prefiera el oscurantismo o no tenga nada que decir sobre el trabajo confidencial de los servicios de Inteligencia. Hasta Bush, que lo tiene más difícil, ha encontrado un sistema para crear una comisión de investigación sobre las armas de Sadam que no perjudique sus intereses electorales. Aquí no. Aquí se cierra el Congreso a cal y canto, dejando la impresión de que el Gobierno tiene miedo a las preguntas. De este modo, los grandes asuntos de este tiempo se seguirán debatiendo a mitinazo limpio, con misiles lanzados desde campos distintos. La tarea de ilustración de la opinión se deja en manos de los medios informativos, que son una parte importante de la sociedad, pero puro eco de lo que dicen los partidos. Y algo peor: se crea un ámbito político escasamente ejemplar. La disolución de las Cortes es una disolución en toda regla. Y los días que pasan entre esa disolución y la formación de las nuevas cámaras son un trimestre de impunidad política, donde no hay nada que explicar. Y si lo hay, se ignora. La residencia de la soberanía nacional puede poner este letrero: «cerrado por elecciones».

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