Despertar primaveral

SEGUIMOS en invierno, muy benigno, como se hace costumbre para cabreo de los esquiadores, pero plantas y animales aceleran su actividad, preludio de la primavera. El que baje por el Bernesga, camino de la junta con el Esla, verá, tras cruzar Alija de la Ribera, la gran colonia de cigüeñas y garzas reales en los chopos aledaños a la gravera. El crotoreo y las cópulas cigüeñiles y las voces graves de las azuladas garzas encaramadas a plataformas de palos, indican que el sexo de las zancudas pide guerra. Al amanecer, aún oscuro, el canto de los mirlos en los parques y jardines, sonora estrofa aflautada, acompaña el paso legañoso de los currantes madrugadores y los barrenderos. La tórtola turca, emparejada, reclama con su voz de cuclillo desde los cedros de Papalaguinda, mientras las currucas capirotadas, también cantarinas, empiezan a abandonar la despensa de frutillos negros del aligustre japonés para papar los primeros insectos en los alisos en flor. A mediodía, grupos de gorriones se encorren y pían, puro galanteo tribal. Bajar al cereal encharcado de Tierra de Campos, más verde que nunca, despliega el colorido de flores tempraneras, corros amarillos de jaramagos en el barbecho y botones de las margaritas en el pastizal ovejero. Se ha iniciado el retorno al norte de las aves invernantes: flechas de ánsares comunes y bandos erráticos, arremolinados, de avefrías blanquinegras, camino de sus cuarteles de cría en Rusia y Escandinavia. Las parejas de perdiz roja, ya tranquilas tras callar el tiroteo, apeonan por el camino, el macho engallado a limpio coreché. El barbón de avutarda estrena las primeras roscas, de alas reviradas y cola en abanico, semáforo blanco que riela entre las alfalfas del plano. Los cartelones de grandes almacenes en el gran comercio cambian las rebajas al cincuenta por ciento por risueñas modelos que visten moda de primavera. El celo, agresivo, arrea poderoso entre los políticos, cara a las urnas de marzo. Votaremos calientes.