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EL PIMPAMPUM mediático se presenta saturado de noticias realmente impactantes. Sin ir más lejos, el trascendental discurso pronunciado por el presidente Aznar en el Capitolio americano y cuya intensidad dramática, acentuada hasta el llanto cuando utilizó ese particular acento tejano aprendido en el rancho de su madrastra Bush, alcanzó tal emotividad que, según los teólogos aznaristas, hasta los cimientos de la Estatua de la Libertad temblaron y la famosa imagen llegó a girarse para aplaudir al español más genial nacido en nuestra patria desde los tiempos del bombero-torero. O la excursión realizada por el independentista Carod en los bosques franceses, al parecer con un propósito tan insolidario como prevenir las barbaridades etarras en Cataluña. La vida se hace a base de pactos, resoluciones y compromisos, pero nadie se explica las expectativas de este pequeño estadista al tratar con personajes como el apodado Ternera, cuyo simple nombre es una befa para el inocente mundo animal. La iniciativa de Carod ha puesto en marcha el ventilador de la discordia y la clase política en general le ha aconsejado, y de eso entienden mucho, que se dedique a seguir colocando a sus hermanos -antifranquistas, por supuesto- en los puestos más relevantes de la Administración catalana y se deje de zarandajas. Como guinda del pastel, tenemos a Paco Cascos a punto de inaugurar nuevas obras públicas en León, olvidando por unos instantes su auténtica vocación de latin lover nacional. Aseguran que, a modo de merecido reconocimiento, las autoridades asturianas estudian modernizar el lema turístico tradicional con una versión que alude a su racial e infatigable Casanova: «Con fabes y sidrina, va Cascos y se las lamina». Poesía en estado puro.