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Publicado por
JOSÉ A. BALBOA DE PAZ
León

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LA DISPUTA entre Sahagún y Grajal de Campos, sobre la pretensión de esta última villa como lugar de paso de la ruta jacobea, no es un hecho aislado ni insólito; hay muchos más casos, aunque de algunos no se tengan noticias actualizadas o no salgan en los medios de comunicación más que de tarde en tarde. Algunos creen, más por intereses crematísticos que por veracidad histórica, que la ruta es una y que pasa por su pueblo; toda modificación a la misma es un atentado inasumible, contra el que hay que oponerse con todas las fuerzas. Estas discusiones entre pueblos por defender su pasado jacobeo es una cosa moderna, que tiene que ver con la declaración de conjunto histórico artístico del Camino Francés en 1962, cuando Manuel Fraga era ministro de Información y Turismo. Dicha declaración, impulsada por las Asociaciones de Amigos del Camino, y en la que jugó un destacado papel don Elías Valiña, párroco del Cebreiro, ha supuesto, con el correr del tiempo, no solo un incremento extraordinario del turismo, sino también toda una serie de importantes ayudas económicas y fiscales de las administraciones para adecentar los pueblos de la ruta. Esta es la razón última de estas peleas pueblerinas, competir por las subvenciones y los turistas; el peregrino es lo importante porque, a diferencia del turista, no deja muchos beneficios. Algunos olvidan que originariamente -y para muchos éste sigue siendo su principal atractivo- a Santiago se iba en peregrinación; por tanto, lo relevante era el fin, llegar a la ciudad del apóstol para visitar su tumba, utilizando para ello la ruta más adecuada en función del punto de partida. No hay un Camino de Santiago, sino muchos. Los más tradicionales, pero no únicos, son el Camino Francés, el más concurrido, que salía de Francia y entraba en la península por Jaca y Roncevalles; la Ruta de la Plata, que desde Andalucía, por Mérida y Salamanca, entronca con el anterior en Astorga; el Camino Mozárabe, desviación de la Ruta de la Plata en Zamora que sigue por tierras de la diócesis de Astorga hasta Orense y Santiago; la Ruta del Mar, que conduce a los peregrinos que venían de Irlanda e Inglaterra; y la ruta del Norte, que pasa por el País Vasco y sigue luego hacia Asturias y Galicia, probablemente el más antiguo; «Quien va a Santiago y no va a San Salvador, va a ver al criado y no va a ver al señor», dicen los asturianos en su defensa. Desde el siglo XII, en parte por la guía de Aymeric Picaud, el Camino Francés, que fue siempre el más concurrido, quedó más o menos fijado en una serie de etapas, por donde era más fácil seguir la ruta, aunque con numerosas variantes. La fijación de esas etapas la hace Picaud en razón de las facilidades que el peregrino puede encontrar, especialmente la existencia de albergues, monasterios, pueblos dadivosos, etc. Pero los peregrinos, por intereses muy diversos, tomaban desviaciones diferentes. Así, por ejemplo, para entrar en el Bierzo, unos seguían la ruta de Foncebadón, hoy señalada en las guías casi como la única existente; otros bajaban por el puerto de Manzanal, por la antigua Via Nova; algunos desde Foncebadón enlazaban con la del Manzanal por Poibueno hasta llegar al valle del Boeza; incluso había los que desde Omaña seguían el río Tremor por Cerezal, donde existía un convento de franciscanos ligado a la peregrinación. Todas estas rutas son caminos jacobeos; incluso lo son lugares algo alejados del Camino, pero a los que los peregrinos iban en busca de ayuda, hospitalidad o para visitar alguna reliquia famosa; ocurría esto con monasterios o santuarios famosos. No entiendo a los que ahora se oponen a la existencia de la más mínima variante en la ruta. Los peregrinos seguirán la más ventajosa para sus intereses, aquélla que les ofrezca mejores albergues, la que cuente con mayores atractivos turísticos, la ruta, en definitiva, que los trate mejor. Fitur se encarga de vendernos una ruta turística, pero los peregrinos quieren llegar a Santiago por la mejor.

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