Diario de León
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CARLOS CARNICERO
León

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EL MINISTRO Portavoz reconoció y luego se arrepintió. La frase, no obstante, quedará para la historia: «Nos podemos haber equivocado, como se puede equivocar cualquiera, pero se ha actuado con gran coherencia en defensa de los intereses de nuestro país». Naturalmente hablaba de la posición del Gobierno de España en la guerra de Irak. Tomándole la palabra, las equivocaciones, incluso, naturalmente las bienintencionadas, debieran tener un coste político. Para Eduardo Zaplana eso es sólo una sutileza innecesaria. España acudió a la convocatoria de la guerra de Irak contra la opinión del 90% de los españoles y la oposición de todos los grupos políticos. Se acusó a la ONU de debilidad por no autorizar el ataque en la misma medida de que los ministros del gobierno, uno por uno, pretenden ahora que la decisión de la invasión la tomó la ONU y a ella se remiten ahora para pedir explicaciones. El presidente José María Aznar ha decidido que abrir un debate social en torno a la información sobre la existencia de armas de destrucción masiva que se disponía entonces, es una grave irresponsabilidad, en la misma medida que el Ejecutivo pretende que el Gobierno español carece de responsabilidad en las informaciones que se tenían porque eran de servicios de inteligencia de terceros países. En política casi todo es posible. Incluso los argumentos más cínicos, que no resistirían el tamiz dialéctico de una entrevista periodística hecha con los parámetros profesionales normales, pueden circular con cierto éxito, durante cierto tiempo, con la condición de que se asista a este espectáculo en una democracia atemperada por un formidable control mediático del Gobierno sobre la mayoría de las grandes cadenas de televisión. Pero incluso con esos medios a su disposición, conviene no abusar para que el nivel de saturación de los disparates no acabe por filtrarse por los poros de la sociedad española. El asunto de Irak no está liquidado y en la medida que el Gobierno que tanto admira José María Aznar, el del presidente George W. Bush, tenga que sudar para dar explicaciones le será más difícil al Partido Popular negarse a darlas aquí. Porque, a fin de cuentas, si tan admirado es George W. Bush, habrá que hacerle caso en las maduras.

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