Dionisio mataosos

ENRIQUE Sacristán ha encontrado un raro documento que narra, el 6 de septiembre de 1801, una feroz pelea. Aquella mañana, Dionisio Sánchez, vecino de Villacelama, oyó dos tiros de cazadores a la vera del Curueño, no lejos del monasterio de San Bernardo de Sandoval. Avistó un animal negro que, precipitadamente, se avanzaba a él y, para librarse de su furor, se tiró a una presa y se metió debajo del agua. El oso se arrojó tras él, y recogiéndole entre los brazos, lo iba a sacar a la orilla; el animoso Sánchez hizo hincapié, lidió a brazo partido con la fiera, y al final de un cuarto de hora pudo tirarla de espaldas en el agua. Siguió la lucha cinco cuartos de hora, cayendo debajo unas veces el hombre y otras el bruto, y siempre que este quedaba debajo arrojaba a su enemigo con increíble pujanza. Viéndose Dionisio sin medio de salvar la vida, pues además de estar casi desnudo, no tenía palo ni navaja, se aprovechó del instante en que abría la boca para morderle en la cabeza, y metiendo por ella el brazo izquierdo, le agarró la lengua, y haciendo fuerza con la mano derecha sobre el pecho del oso lo fue llevando hasta lo más hondo. Allí pudo meterlo debajo del agua y el intrépido Sánchez le introdujo las manos hasta las fauces, y le tuvo así sujeto hasta que se ahogó. Sacóle después a tierra: tenía 9 palmos de largo y pesaba 10 arrobas. Hizo muchas y grandes heridas a su competidor en los brazos, especialmente en el que le metió por la boca, y le dio muchos manotazos por todo el cuerpo, con particularidad en los hombros, pero nunca pudo herirlo en la cabeza por el tino y la serenidad con la que el esforzado Dionisio le jugaba las acciones. Hubo testigos del valeroso hecho, entre ellos la afligida mujer de Sánchez, que no cesó de clamar socorro para su marido con gemidos y lamentos. Toda la comunidad de Sandoval y el lugar de Villaverde vieron al herido y al oso muerto. Es de advertir que nunca se había visto oso montesino en este país.