El terror, un arma electoral

NUNCA en la historia democrática la calentura política había alcanzado, en periodo electoral, tan alta graduación. El comunicado de Eta ha sido como un disparo en la nuca a todo el arco político español, incluido y con más saña, el catalán. La valoración de los periódicos ha sido a página completa en primera. Otra historia es ya el tratamiento. Los plumeros se ven casi sin mirar. Asumo el editorial gráfico de Forges, visionando el observatorio sismográfico de Ferraz. «Curioso: ya está aquí el habitual terremoto que sufrimos en todas las elecciones». Los dos narigudos, confirman: «Sospechoso es... sospechosérrimo». Eta, como titulé ayer, ha entrado en la campaña electoral. No lo discute nadie. Lo que sucede es que su irrupción en la contienda produce víctimas políticas mortales o heridas profundas en unos y revitalización en otros. La gran riada puede cerrarse con inundaciones debastadoras, salvo que la sociedad haga un profundo ejercicio de reflexión. Veamos: ayer Esquerra Republicana de Cataluña (ERC) decidió proponer al presidente Pasqual Maragall que nombre a un nuevo «conseller en cap», descartando la vuelta de Carod Rovira al gobierno de la Generalitat. Es una fórmula suave, educada y cortés de defuncionar a su líder, culpable primero y último del maremoto político. La propuesta ha contado con la conformidad de la dirección federal socialista. Pero el PP, y muy especialmente Mariano Rajoy, la ha descartado. Reclama a piñón fijo que se rompa el pacto tripartido de gobierno en Cataluña. Mientras tanto, desde diferentes instancias, todo el arco parlamentario ha pedido una reunión para adoptar una estrategia común frente a Eta e impedir que marque la agenda política, interfiera en el proceso y sea árbitro de la contienda electoral. El Gobierno y el PP -Zaplana y Rajoy- se han negado en redondo. Han dicho que lo importante es que se rompa el tripartito. Quedan en evidencia. Lo que les importa es desjarretar al Gobierno de la Generalitat, no la lucha contra Eta. Nunca antes había estado tan clara la instrumentalización del terrorismo por parte del PP. La mayoría de los ciudadanos lo está percibiendo. Sé que a los reflexivos estas incidencias no les hará variar su intención de voto, pero también que existe, en León y en todo el país, un gran rebaño que sigue sin pestañear al cabestro. El Partido Popular tiene una última oportunidad antes de las elecciones generales del 14-M de sacrificar sus intereses electorales frente a la lucha contra el terrorismo, algo que el PSOE, su rival en las urnas, tiene archidemostrado: primero como Gobierno y después como oposición, con una lealtad que el Gobierno popular no ha merecido, visto lo visto. Pedirle idéntica correspondencia es como sembrar en un cascajal. La campaña electoral debe seguir, pero sin estos «apoyos adicionales» que hacen chirriar los ejes de la democracia.