Los niños, más baratos

HA BAJADO el precio de las criaturas más recientes. El Gobierno está dispuesto a asumir el control de las adopciones y las unificará, a la baja. Ahora salen carísimas, sin contar el gasto en paciencia, en tenacidad, en viajes, en pólizas y en sobornos. Tengo amigos muy queridos, más queridos aún a partir de convertirse en adoptantes, que tuvieron que luchar heroicamente y sin descanso por cambiar un destino humano. Sin duda es lo más importante que puede hacerse, mucho más que hacer un soneto que atraviese las edades. Lograr que alguien no sea deficitario de amor es una hazaña coronaria y si además se consigue que pase de un hospicio en Ucrania a una casa con jardín en Marbella, parece cosa de cuento de hadas. ¿Será que las hadas existen? No hay muchas, por supuesto, pero son las únicas que pueden hacer variar los designios de los hados, esas divinidades que según los gentiles ejercían fuerzas irresistibles. La Ley de Adopciones Internacionales reduciría a tres meses el proceso para que los padres obtuvieran el certificado de idoneidad. Entre la barahúnda de promesas electorales, tan mentirosas o irrealizables en su mayoría, ésta me parece la más delicada. No se trata de exonerar a nadie de los necesarios trámites, sino de aliviarlos. Está claro que hay que investigar la vida y la conducta de los que desean adoptar. Hay quien cree que todo niño trae un pan debajo del brazo y hay quien lo que pretende es que le pague la cuenta de la tienda. Se sabe que existen abominables seres que a lo que aspiran es a dedicar al adoptado a la mendicidad o a la prostitución. Hay que tomar toda clase de precauciones, pero de lo que se trata es de que no duren tanto y de que cuando todo está comprobado no falle siempre un sello. Hay países exportadores de niños. China a la cabeza. Decía Ramón Gómez de la Serna que cuando una madre china tiene una hija no sabe si ha tenido una niña o una muñeca. En España empieza a haber un bazar. Gracias a que hay personas de corazón abundante.