CRÓNICAS BERCIANAS
Los señores del asfalto
HACÍA TIEMPO que quería escribir algo sobre esos sujetos -y sujetas- que cada fin de semana, desde que empieza a caer la noche del viernes hasta la noche del domingo, se empeñan en demostrarnos la capacidad de aceleración de su coche, los decibelios que puede alcanzar su motor turbo inyección (o lo que coño sea) o sus habilidades al volante. También incluyo en este grupo a esos «tontolabas» adolescentes que andan a toda pastilla por el casco urbano con sus estruendosas motos de mierda. ¿La contaminación acústica es un delito que no existe en Ponferrada? ¿Un capullo en una de estas pequeñas motos con un sonido hiriente y agresivo tiene acaso patente de corso para hacer lo que se le pase por el arco del triunfo? A la vista de lo que uno tiene que soportar, parece que sí desgraciadamente. Viene todo esto a cuento de que creo que en los últimos tiempos es cada vez más peligroso caminar con cierta tranquilidad por las calles de Ponferrada. ¿Alguien se ha parado a contar la cantidad de atropellos, bastantes de ellos mortales, que se registran de un tiempo a esta parte en Ponferrada. La semana pasada una persona era atropellada mortalmente en la pequeña localidad de San Lorenzo y un poco más atrás una mujer en el paso de cebra de la avenida del Castillo, frente a la fortaleza templaria. Hace ya bastante tiempo que apenas cojo el coche para moverme por la ciudad. Ponferrada no es muy grande y salvo si se tiene prisa, se anda con el tiempo justo o se va al supermercado, se puede ir a casi todos los sitios andando tranquilamente porque los desplazamientos son cuestión de no demasiados minutos. Por eso, estoy hasta el gorro de encontrarme, cada vez con mayor frecuencia, con estos capullos habituales del fin de semana. Coche ruidoso, si es de diseño deportivo mejor, ruedas anchas como flotadores de camión, pegatinas de «no fear» o de «el Bierzo, puro vicio», música infame que ni ellos saben lo que suena y a todo volumen. Y para que escuchen bien, con la ventanilla bajada aunque estemos en enero. ¡Que se enteren que es fin de semana y que llegó el rey de asfalto!. Seguro que muchos de ustedes han sufrido a esta tropa cuando van a cruzar un paso de cebra y los ven llegar casi hasta su rodilla con el motor rugiente y con gesto de fastidio por tener que parar. Otras veces ni eso, lo esquivan a uno por delante y por detrás como si estuviéramos jugando al «Qué apostamos». Y lo pero es cuando uno lleva en el carrito a su niño y mientras camina por una calle siente pasar rugiendo a estos bobalicones o echar rápidamente un paso atrás en un paso de cebra porque el tonto de turno ni va a parar, ni se entera de nada porque está dándole más caña a su radiocassette y a su música ¿? bacaladera. En esos momentos uno echa de menos la permisividad norteamericana en cuanto a armas de fuego y llevar al cinto una Magnum del 45 como la del Harry el Sucio, que más bien parecía un bazoka. Pum, pum. No me digan que la imagen no les atrae.