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JUAN F. PÉREZ CHENCHO
León

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EL CARNAVAL está más en la política que en la calle. Hoy se cierra, con el «entierrro de la Sardina», la conmemoración de la fiesta del disfraz y del despiporre. Es miércoles de ceniza. Tiempo turbador. La carnavalada política, sin embargo, continuará. El prólogo no puede ser más degradador. A dos días de abrirse oficialmente la campaña electoral, José María Aznar levantó las compuertas de descalificaciones para que la riada llene de lodo todos los márgenes del país. Empezó por la mañana: me alegro de molestar a mucha gente -dijo-, en relación al nombramiento del director del Instituto Cervantes y a la función y resultados de la entidad. Animó a sus ministros y cargos públicos azules a la batalla y salieron como cazas. Aznar los excita a primera hora y los trastorna por la tarde. Como un ejército disciplinado, se dedicaron a molestar a todos los ciudadanos demócratas y con sentido común. La ministra de Administraciones Públicas, Julia García-Valdecasas, a la que se la conoce más por esta burrada que por su gestión, acusó a los socialistas de pactar en Cataluña con asesinos. El presidente de la Comunidad de Murcia llamó sutilmente borracho a Pasqual Maragall, del que dijo que bebe hectolitros de vino al día. Hay más «joyas» insoportables, aunque las deje en el tintero. Las bufonadas no deben sombrear la realidad. Este periódico titulaba ayer en primera página, a cuatro columnas, que los pilotos del Eurofigther vuelan ya sobre las nubes mientras León sigue esperando la Escuela. Sintetizó que la formación teórica se desarrolla en Getafe y los ejercicios prácticos en la base de Morón de la Frontera. Yo estoy esperando que el presidente Aznar venga a León para que nos cuente qué ha sido de su gran promesa electoral en la campaña del 2000: la creación en nuestra ciudad de la Escuela de Pilotos. Somos ya muchos los que creemos que ha sido una estafa de ilusión, sólo comparable con otra mezquindad como Biomédica, apadrinada por quien ahora lidera la candidatura azul al Congreso, Juan Morano. Deseo la visita de Aznar para interrogarle sobre otros temas. Por ejemplo: en qué estado se encuentra el proyecto de Museo de León, al que se prometió ubicar en el edificio varado de Pallarés, recomprado por el Ministerio de Cultura, y que continúa siendo un grito sin sordina en el corazón de la ciudad. También para que nos recite sus compromisos de austeridad. Después de conocer que la Junta tiene 6.500 empleados en los servicios centrales de Valladolid, sin que nadie se haya molestado en explicarnos a qué se dedican, cuánto nos cuestan, qué servicios ofrecen a los ciudadanos de Castilla y León; después de todo lo escrito «ut supra», ayer nos enteramos que, del cómputo global, 1.018 son puestos de libre designación. Es decir: no son ocupados por funcionarios de carrera. Supongo que tendremos también derecho a saber qué hacen cuánto nos cuestan, si son todos de confianza del PP y por qué se recurre a la libre designación en vez de a la carrera funcionarial. ¿Es ésta la austeridad que prometió Aznar?. Son demasiadas las preguntas sin respuesta.