Cerrar
Publicado por
MIGUEL A. VARELA
León

Creado:

Actualizado:

AUNQUE la nieve les ha robado portadas en los periódicos y cabeceras en los telediarios ellos están ahí, es su gran momento y desde las paredes te invitan a compartir el mejor de los futuros, convencidos, aunque no hayan leído a Breton, de que todos los demás mundos están en éste. Es la quincena de las paredes sonrientes, de los bustos pasados por el photoshop, de los expertos en promoción electoral, que son los chamanes que andan a la caza de lo que desea el cliente, ensimismado frente a los muros parlantes de colorines, estudiando las ofertas novedosas de un mercado en el que todos somos consumidores. El caso es que levanta uno la vista del horizonte y la clava en el mar de cuatricomías de las paredes para las que nunca tiene tiempo. Y entonces descubre cosas que, por cercanas, por cotidianas, no se había parado a observar. Y, al lado de su propia casa, una fachada grita frente a la indiferencia de la mercadotecnia. Es una fachada melancólica y triste como el tiempo en el que fue construida, en aquella arteria de una ciudad que crecía para olvidar que hubo una guerra y para convencerse de que era posible seguir vivo después del horror. Tiene los dinteles de ladrillo y sus dos pisos lucen una piedra colocada como hace dos mil años. Me dicen que mediante una técnica llamada opus incertum y entonces entiendo que la poesía también habitó un día en el número 14 de esta calle bautizada con el nombre de una ciudad que aún no tenía nombre: Avenida de la Puebla. La fachada tiene ahora sus dos laterales heridos por bajos comerciales: a la derecha, una puñalada del marqueting; a la izquierda, un tajazo de la ignorancia. Aprovechen estos días de ocupación de las fachadas. Pregunten a los rostros de las paredes por el responsable del asesinato mudo de la incertidumbre hecha piedra.