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Publicado por
FERNANDO ONEGA
León

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SI LAS últimas encuestas publicadas tienen razón, hay que echar mano del lenguaje popular: la cosa está que arde. Los cuatros días de campaña que quedan, ¡sólo cuatro días!, prometen ser apasionantes. El PP, según Sondaxe, no tiene asegurada la mayoría absoluta, aunque sólo le faltan unos miles de votos. Según Opina (SER), el PSOE sólo estaba ayer a una distancia de 2,5 puntos. Contemplar cómo Javier Arenas le hace un guiño a CiU a última hora, no hace más que darle emoción al ambiente. La situación es provisionalmente interesante por esta razón: el PP y su candidato Mariano Rajoy salieron al combate como clarísimos favoritos. La duda inicial no era saber si conseguirían la mayoría absoluta, sino si igualarían o superarían los resultados de Aznar. En el otro lado, Rodríguez Zapatero aparecía como perdedor seguro. La única duda era saber si conseguiría un porcentaje que le permitiera seguir siendo secretario general del PSOE después del 14 de marzo, o estaba condenado a seguir los pasos de Joaquín Almunia. Y de pronto se ha producido una especie de milagro. Zapatero se pasea por la piel de España en un caballo de ganador. Entiéndase por «ganador» un político que puede hacerle perder al PP la mayoría absoluta. Incluso enardece a las multitudes anunciándole a Rajoy que no perderá por puntos, sino por K.O. Si hubiera algo de verdad en todo esto, tendríamos que apearnos de algunos principios de general aceptación. El primero, que la campaña electoral apenas cambia intenciones de voto. Ésta, desde luego, las ha cambiado. El panorama que muestran las encuestas de este fin de semana tiene muy poco que ver con el de hace solamente un mes. El segundo, que se necesitan años para la fabricación de un líder. Zapatero consolidó más imagen y ganó más aceptación social en diez días que en los tres años que lleva de secretario general del partido. Y además, en el ambiente más hostil que se pueda imaginar, rodeado de «Carodes», de dirigentes indisciplinados, y con unas propuestas de programa fácilmente vapuleables desde el pensamiento oficial. Y el tercero, que la buena gestión económica supone el premio de un mayor respaldo social. Ningún gobierno europeo puede presentar mejor balance que el español, ni en crecimiento ni en creación de puestos de trabajo. Y eso no está teniendo una traducción automática en intenciones de voto. Hay algo que actúa como contrapeso. Todos sabemos qué es, pero permítanme que no lo escriba hasta poder hacerlo sobre el lenguaje de las urnas. Es decir, dentro de una semana.