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Publicado por
FERNANDO ONEGA
León

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DICEN que el voto por correo está absolutamente movilizado. Tan movilizado, que fue preciso ampliar el plazo. Más que una buena noticia, es buen indicio. Sugiere que el domingo habrá poca abstención. Es natural. Es la consecuencia de una campaña planteada en términos civilizados, pero con un fondo de dramatismo: según el discurso del PP, se trata de optar entre ese partido o el caos. Según el discurso del PSOE, se trata de ensayar «la fuerza del cambio», y pasar la página de un estilo de gobierno. Por si eso fuera poco, es la primera vez que el subconsciente dice que se está optando entre dos modelos. A un lado, el del Partido Popular, continuista en lo económico y uniformista en lo territorial; predispuesto al diálogo, pero sin ceder nada a los nacionalismos. Al otro, el de un Partido Socialista que podría abrir las puertas de la gobernación a formaciones autonómicas y establecer así un horizonte de integración, pero también de concesiones. Y hay un tercer factor de movilización: las encuestas, que ya no se pueden utilizar. La tendencia detectada de orientación del voto ha producido dos consecuencias: la derecha ha visto el «peligro» del ascenso socialista y no quiere ponérselo fácil. La izquierda recuperó sus esperanzas después de tantos años de sequía, y no quiere regatear su esfuerzo a la oportunidad que representa Zapatero. Por eso el líder socialista insistía todavía ayer en que sus datos registraban un empate. La cuestión apasionante ahora mismo es, primero, confirmar esa alta participación. Y, una vez confirmada, saber a quién beneficia. La tesis sostenida hasta ahora es que beneficia al Partido Socialista. Sus fieles, al parecer, han sido los que han engrosado las listas de la abstención hace cuatro años. Pero que no se fíen. No está escrito en ninguna parte que el aumento de votantes tenga que beneficiar a un solo partido. Lo normal es que, como en el caso de los indecisos, se repartan los votos. Todo esto es, naturalmente, escribir por escribir. Lo importante es que la sociedad española está tomando conciencia de que estas elecciones son trascendentales. Y lo son. Lo que espera a la vuelta de la esquina del 14-M es un panorama que tiene un poco de refundación o consolidación del modelo de Estado. Estamos en lo que podríamos llamar «la crisis de las bodas de plata»; la crisis de los 25 años de la Constitución. Suena altisonante y pomposo, pero no encuentro otra forma más sencilla de decirlo: si vota en la cantidad que se espera, el pueblo español quiere decidir. Y, si hay una gran participación, dará al gobierno entrante una gran autoridad.