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FERNANDO ONEGA
León

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DOY por obvios el dolor, la indignación y el espanto. Después de llorar, porque me han hecho llorar; después de imaginarme a esa madre que llama al móvil de su hijo, y el móvil no responde; después de ver tanta sangre, tantos cuerpos rotos, tanta crueldad, sólo quedan las preguntas: ¿por qué? ¿Por qué unos asesinos están dispuestos a matar a un millar de personas? ¿Es que piensan que el crimen masivo les ayuda a conseguir algo? Hasta entrada la noche, estuvimos convencidos de la autoría de ETA. Después, el ministro del Interior aceptó la hipótesis que había rechazado por la mañana: pudo haber sido Al Qaeda. Si así fuera, nada cambia el dolor y la indignación. Pero se abre un nuevo horizonte en la paz civil: la intervención en España del terrorismo islámico. Pero tampoco se puede rechazar la hipótesis de ETA. En ese caso, habría cambiado su forma de actuar: no avisó. Buscó la matanza por la matanza. Sería una forma de demostrar que tienen fuerza, frente al diagnóstico de su debilidad. Sería, por tanto, el síntoma de lo que ayer se llamó «el último coletazo de la bestia». Esa duda fundamental condiciona el análisis político. Todo lo que se diga es provisional. Lo único cierto es el balance de víctimas, el inmenso dolor que queda sobre la piel de este país. Las consecuencias políticas son éstas: si es ETA la autora, escogió como momento las vísperas de unas elecciones generales. Me parece insolente, impúdico, plantear como tesis, incluso como duda, qué repercusiones tendrá en el voto. Pero es inevitable. Le pregunto a usted, lector: ¿cuántas personas le recordaron ayer el nombre de Carod-Rovira? Yo creo que este atentado, u otro, se habría cometido exactamente igual si no hubiera encuentro en Perpiñán. Pero la sensibilidad social está tan herida, que la matanza de Madrid se liga inevitablemente al secretario general de Esquerra. Sospecho que las consecuencias en el resultado de las urnas serían visibles. No quiero hablar de ello hasta el lunes. Pero el voto de una gran mayoría no será tan frío ni ideológico como estaba previsto. Será un voto marcado por los sentimientos, la indignación y la rabia. ¿Y quién pagará ese precio? Alguien a quien ETA (si ha sido ella, insisto) también mató ayer. Lo mató como opción de gobierno. Si es Al Qaeda quien hizo esa matanza, las conclusiones son muy distintas. Pero hay una especialmente amarga: el mundo no es hoy más seguro que cuando se iniciaron las acciones contra el terrorismo islámico o contra Sadam Husein. España, tampoco.