Madrid, te quiero

BARCELONA, Valencia, Sevilla, Zaragoza, León... toda España fue ayer Madrid. Un clamor de silencio recorrió las venas de todas las ciudades españolas, bajo la lluvia, como rechazo absoluto y rotundo a la infamia terrorista. A la hora de las gigantescas manifestaciones que llenaron las calles -siete de la tarde- el balance de la tragedia era de 199 muertos. El último, un bebé de seis meses. Entre el listado de los 1.400 heridos, más de cuatro decenas continúan en estado crítico. Es prácticamente seguro que habrá más lutos. Ayer, a media noche, debía concluir la campaña electoral. Era el fin de fiesta. Pero los terroristas lo transformaron en un valle de lágrimas. El terror, otra vez, ha metido sus colmillos de dinamita, sangre y miedo, en la democracia española. Lo han hecho siempre en los procesos electorales. La sociedad ha reaccionado con una madurez y una generosidad ejemplares. Una reacción unánime contra el terrorismo y en defensa de la democraia y de la libertad. Una reacción que debe completarse el domingo con la asistencia masiva a las urnas. Sólo una organización terrorista islámica, vinculada a la red globalizada de Bin Laden, Al Qaida, ha revindicado la brutalidad de los «trenes de la muerte». Cada vez el indicio es más creíble. Otros investigadores se aferran a Eta. La Central Nacional de Inteligencia (CNI) ha sospechado desde el primer instante de la correa islámica. También los inversores yankis, que metieron en la bajura a la Bolsa neoyorkina al aparecer la reivindicación de la barbarie. Hoy por hoy, no obstante, el oscurantismo es pleno. Pero se va a aclarar, más pronto que tarde, la autoría del atentado más grave de la historia española y europea. Me llama un colega vasco para certificarme que ayer mismo ETA, a través de su órgano de difusión, Gara , desmintió su participación en la carnicería. Si ese escenario de sombras se clarifica, quedaría claro que nuestra presencia en Irak, además de no favorecer un mundo más seguro sin Sadam Huseín, tampoco nos ha dado más seguridad a los españoles. Pero lo grandioso de las manifestaciones fue el repudio a los terroristas, la solidaridad con las víctimas y sus familias, y el reconocimiento al pueblo de Madrid. El comportamiento de los madrileños y de todos los españoles es la mejor fuente de esperanza que tiene nuestro país. Voluntarios que cooperan, apoyan y trabajan sin desmayo. Todo ha sido ejemplar: desde los vecinos que dieron el calor de sus mantas, los taxistas que trasladaron gratuitamente a los familiares, los hoteles ofeciendo sus habitaciones, médicos a «full time», enfermeras, psicólogos, bomberos, policías, voluntarios de Cruz Roja, todos como una piña. Ahí radica la fuerza auténtica que tiene España. Tenemos futuro. Y para ganar ese futuro espléndido, debemos acudir el domingo en bloque a las urnas. Votar con la razón, no con las vísceras. Además de rafirmar la democracia y la libertad, también es otra forma de decir: Madrid, te quiero.