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Publicado por
VICENTE PUEYO
León

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EL PLATERESCO enmarcó los deseos de paz. Los leoneses (ya no hay más) se convirtieron ayer en ríos que fluían sin cesar camino del delta de San Marcos. En ese puerto de la paz desembocaron el grito, el silencio, el estupor, la perplejidad, la exigencia, la solidaridad, y también la esperanza. Gentes de arruga honda que hicieron la guerra, y que creían haber cubierto ya el cupo de la atrocidad, se mezclaban con jóvenes que pasan de las batallitas del abuelo y buscan a un tal Franco en la enciclopedia. Niños para los que el ayer no existe y sólo miran hacia el mañana contemplaban la extraña fiesta desde los hombros de sus padres. Los políticos se habían olvidado las siglas en casa y amarraban con fuerza la pancarta que sujetaba una corriente a punto de desbocarse; con el riesgo de arrastrarles a todos ellos. ¿Cómo aprovechar toda esta energía que ayer iluminó las calles de León y las de toda España? ¿Cómo encauzar todos esos deseos de concordia? ¿Cómo evitar que las palabras no sean pronto palabras gastadas? Esas dudas vivían ayer en el espacio que iba entre el grito airado y un silencio sobrecogedor de río lento y caudaloso. Y es que nadie sabe muy bien qué puede hacerse ante un enemigo tan cruel y tan esquivo. «¿Sabes? por la radio han dicho que no ha sido ETA» comentaban unos jóvenes que portaban un cartel en el que se leía «ETA no». La sombra de una hidra islámica se iba enseñoreando de la tarde. La boina calada daba paso al turbante pero la bestia etarra seguía acechando. Al cabo, dos fanatismos. Y la duda, siempre en el aire: ¿qué puede hacerse para que el basta tenga sentido? El otro día, el obispo de aquí, preciso en los juicios, hablaba de la urgencia de concentrarse en un «rearme moral»; sólo así, decía, se podrán ir vendiendo cabalmente a ese mundo hermético del fundamentalismo nuestros ideales democráticos envueltos en el necesario prestigio. Posiblemente ayer se cargaron las pilas de nuestra moral decaída; pero no se sabe si lo suficiente para hacer que el fanatismo cruel vaya abandonando su deriva de crueldad inhumana. Quizá algunos se limitaron ayer a celebrar la carnicería mientras miraban piadosamente hacia la Meca.

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