Diario de León
Publicado por
JAVIER TOMÉ
León

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POR RAZONES de trabajo he viajado, durante los últimos meses, en la misma línea de ferrocarril utilizada por los terroristas para perpetrar una masacre inconcebible, que supone un punto de no retorno en la joven historia de la democracia española. Justo tenía que llegar hasta la estación de Alcalá de Henares, lugar donde los impasibles matarifes colocaron las mortíferas bombas que han segado la vida de, al menos por el momento, 200 personas. Junto a mí, de ida o vuelta a Madrid, iban grupos de cansados obreros, pandillas de estudiantes chispeantes de alegría y jolgorio, e incluso los personajes marginales del Pozo del Tío Raimundo, ocupados en los infinitos trapicheos que forman parte básica de su existencia. Una colmena humana vibrante de vida que se ha visto tronchada, a golpe de metralla, por los chamanes asesinos que pretenden adueñarse del alma colectiva. Desde un primer momento existió el convencimiento general sobre la responsabilidad etarra, aplicando su dialéctica de guerra sobre este supuesto ejército españolista de ocupación cuyo único pecado real era tratar de buscarse la vida. Luego, tras la aparición de algunas pistas que apuntan a conexiones árabes de carácter fundamentalista, la justa indignación popular cambió de orientación ante unos hechos que no tienen perdón, ni de Dios ni de Alá. Lo único cierto es que alguien ha lanzado a España un tremendo desafío, poniendo en evidencia la vulnerabilidad de las sociedades libres. Ahora mismo el país está sumido en el desconsuelo colectivo y en una plegaria civil por las gentes que viajaban a mi lado hasta Alcalá de Henares, curiosamente la cuna de un genio de la inteligencia como Miguel de Cervantes. ¡Qué triste y cruel paradoja!

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